En la serpiente, los pueblos ancestrales encontraron vida y enseñanzas
En la serpiente, los pueblos ancestrales encontraron vida y enseñanzas
Huitotos, chibchas, caribes, arawaks, muiscas, embera, entre otros, son pueblos que tienen en las serpientes un referente religioso asociado al principio del mundo o del surgimiento de los humanos. A propósito del Día Mundial de la Serpiente, que se celebra el 16 de julio, con filólogos, artistas e indígenas damos una mirada a cómo ha evolucionado hasta hoy esta tendencia sobre este animal.
Vasos comunicantes de la cultura muisca, con serpientes en alto relieve en la parte superior, en el Museo Universitario de la UdeA. Foto: Dirección de Comunicaciones UdeA / Alejandra Uribe F.
A diferencia de la cultura occidental, en la que la serpiente se ha asociado al pecado y al peligro, los indígenas americanos aprendieron a convivir con ellas y ven en estos reptiles una fuente de sabiduría y de fuerza natural; además, comparten su territorio y las respetan.
En el caso del pueblo inga, la tradición pasada entre los ancestros sostiene que Amaru pasa del Kay Pacha al Uku Pacha y en ese camino se convierte en una fuente de sabiduría, de conocimiento pasado, presente y futuro, y le da una enorme fuerza vital al territorio.
Amaru es la gran serpiente, la anaconda que se mueve y fertiliza el suelo inga, grupo indígena asentado en su mayoría en el departamento de Putumayo, aunque también tiene presencia en Nariño, Cauca y Valle.
Este animal, real y mitológico, «va desde el mundo terrenal —Kay pacha— a conocer el inframundo —Uku pacha—. Es la encargada de trascender esa parte del subsuelo, donde se encuentra con los ancestros, por eso la llamamos fuente de sabiduría», explicó José Adalberto Muyuy Martínez, egresado de Estudios Políticos de la UdeA e integrante del cabildo inga en Medellín.
Sacha Kausaii Suma Alpa —su nombre en lengua inga, una variante del quechua— agregó que «nuestra cosmovisión se basa en la ley de origen —relacionada con la madre tierra— y el derecho mayor —respeto integral a la vida— viene del Tahuantinsuyo», es decir, del imperio al que los españoles denominaron inca.
«Cuando se habita en el marco de la ley de origen y el derecho mayor, encontramos que existen unas plantas para evitar las serpientes, para que no entren a las casas y respeten el hábitat del humano, así como nosotros debemos respetar el hábitat de ellas», enfatizó Muyuy, quien hizo un llamado a no estigmatizar a ningún animal, «más ahora que estamos en una época de extinción de muchas especies y hasta los humanos estamos en riesgo».
En la cultura catía hay muchos relatos sobre la relación de los habitantes del noroccidente del país —Antioquia, Chocó, Córdoba y Risaralda— con diferentes serpientes. Algunas de esas historias fueron recogidas por investigadores y misioneras católicas, y recopiladas en un texto por Luis Fernando Vélez Vélez, profesor de la Universidad de Antioquia asesinado en 1987.
La Jepá, también llamada Je, es una boa o anaconda, asociada a ríos, ciénagas o lagunas, protectora de las aguas y sus tesoros, como se ve en la historia de Dabeiba, la diosa que enseñó a su pueblo infinidad de oficios y artes, alrededor de la cual se tejió la leyenda de un tesoro en medio de una laguna y protegido, entre otros, por serpientes aladas, que fue buscado inútilmente por Vasco Núñez de Balboa y otros españoles en los siglos XVI y XVII. Esta serpiente también es conocida como sobrecama. Su carne no se come y para los catíos es la encargada de castigar a los avariciosos con los alimentos.
La culebra Birrí, según recoge el libro de Vélez —Relatos tradicionales de la cultura catía—, seduce a una indígena, con la que forma pareja y tiene un hijo, pero ambos son asesinados por el padre de la mujer y las demás serpientes de este tipo son obligadas a alejarse del territorio, al que regresan años después convertidas en soldados españoles, para someter a los indígenas o hacerlos huir de sus pueblos a la selva.
El pueblo ijku, también llamado arhuaco, y el pueblo kággabba o kogui, habitan territorios vecinos en el norte del país, alrededor de la Sierra Nevada de Santa Marta, y quizá por eso también incluyen dentro de sus mitos a las culebras como unos seres fundamentales para el origen de la existencia.
Sabiduría y cultura de importantes aportes
Selnich Vivas, profesor de Literatura de la UdeA de la Facultad de Comunicaciones y Filología de la UdeA, dijo que «en muchas culturas ancestrales hay un relacionamiento íntimo con las serpientes, porque estas tienen que ver con la sabiduría, con el río y la dispersión de las semillas, entre otros aspectos. No se percibe la serpiente como algo separado o rival de lo humano, entienden que la convivencia con ellas hace posible la vida».
Este investigador y escritor se ha acercado durante años a pueblos originarios colombianos y tiene presente que la relación de estos con las serpientes es muy diferente a la de otras culturas. Por eso sostuvo que «mal hacemos en creer que los indígenas están atrasados en la ciencia, hay muchas otras cosas que se asocian con otros saberes, despreciados por nosotros. Desde nuestra perspectiva hay clasificaciones, listados, algo muy apasionante, pero casi nunca el científico pregunta a la comunidad ancestral sobre lo que piensa de sus investigaciones, no indaga en esa visión distinta».
El profesor Vivas resaltó que esa mirada diferente no se queda solo en los saberes. La simbología de la serpiente es muy recurrente en las expresiones artísticas, como manillas y tejidos, en especial para reproducir las figuras geométricas de las pieles de estos animales, en los embera o ebera. Algo parecido a los arhuacos, quienes usan las formas del Hakú, la serpiente cascabel, como uno de los 16 patrones utilizados en la elaboración de sus mochilas. También en los pueblos que habitaron el sur del país, en San Agustín, Huila, donde una de sus esculturas más icónicas es el ave rapaz —al parecer un búho— con una serpiente en el pico, tema recurrente en varias culturas americanas.
Al respecto, Gustavo Adolfo Villegas Gómez, profesor de Historia del Arte en la Facultad de Artes de la UdeA, sostuvo que «en los pueblos originarios no existe esa noción de carácter negativo de las serpientes. La presencia constante de figuras reptílicas y felínicas tiene que ver con animales que trasmiten poder, por eso en muchas manifestaciones artísticas la serpiente tiene un lugar preponderante y está asociado con la representación de dioses».
El investigador agregó que en muchos casos no son representaciones realistas, sino más simbólicas, como es el caso de Quetzalcóatl, la serpiente emplumada de las culturas mesoamericanas —también Kukulcán se destaca en esta zona del continente—, o de Amaru, la serpiente voladora de los pueblos incas, deidades muy importantes para los indígenas del continente.
«En los pueblos originarios americanos hay una asociación muy importante entre arquitectura, escultura, pintura, que lleva a que las representaciones de estos animales no sean un adorno, sino que son parte integral de los edificios»: Gustavo Villegas
Ocarina tairona en el Museo Universitario de la UdeA. A los lados se destacan las cabezas de dos serpientes. Foto: Dirección de Comunicaciones UdeA / Alejandra Uribe F.
Como expresión artística
En términos del arte, el profesor Gustavo Villegas destacó la capacidad de abstracción de los creadores de estos pueblos. «La figura de la serpiente aparece en grecas, en la pintura de las cerámicas, en tejidos y textiles, en la decoración de edificios, con esos elementos abstractos se hace referencia a elementos naturalistas, en especial de la serpiente, porque permite ese juego con las formas para convertirse en una manera de expresión artística».
Y este animal también se encuentra en la conciencia de los habitantes de los territorios ancestrales. Para los huitotos, el nuio —la anaconda— es el camino que se mueve y que les permite comunicarse y viajar. En el pueblo inga se respetan los territorios de las grandes constrictoras y de las venenosas, y gracias al conocimiento que ellas les entregaron a los ancestros, nunca las atacan o matan, aprendieron a convivir con ellas y diferencian claramente los territorios de unas y de los otros.