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Árboles de Medellín, refugios de la vida

18/08/2021
Por: Natalia Piedrahita Tamayo- Periodista

Samanes, cedros, chochos, ébanos, acacias amarillas y rojas, guayabillos, caobas… Hoy Medellín cuenta con más de 814 especies arbóreas en su área urbana. En una ciudad de altas emisiones contaminantes y temperaturas cada vez mayores, los árboles no son un lujo sino una necesidad.

Infografías: Carolina Gomes. Ilustración de árbol y fruto: Elizabeth Builes Carmona.

A comienzos del siglo XX, cuando el barrio Prado era el más lujoso de Medellín, Ricardo Olano, entonces presidente de la Sociedad de Mejoras Públicas, emprendió la reforestación de una ciudad que carecía de árboles. Algunas de las especies que se plantaron en ese momento eran foráneas, ya que los sembradores estaban encantados con los ejemplares exóticos que habían visto en sus viajes por Colombia y el mundo.

Por eso la capital de Antioquia tiene individuos extranjeros como urapanes, mangos y eucaliptos, explicó Felipe Alfonso Cardona Naranjo, director del Herbario de la Universidad de Antioquia. Este sobrepoblamiento, sin embargo, carecía de una planeación del arbolado municipal, una historia que cambió hace 20 años con la creación del Área Metropolitana y la Secretaría del Medio Ambiente, y que generó una transformación que piensa más en la pertinencia de la especie que será sembrada.

«En una ciudad tan alterada ambientalmente como Medellín, los árboles brindan gratuitamente servicios fundamentales —ver ilustración—, sobre todo en dos aspectos: la purificación del aire y la mediación para que el agua se infiltre en el suelo y alimente las fuentes hídricas. También puede blindar de elementos visuales no deseados y darle sombra y frescura a los espacios públicos», aseguró León Morales Soto, ingeniero forestal y docente de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.

En 2005, cuando se ejecutó por primera vez el Plan Maestro de Espacios Públicos Verdes Urbanos, que cubría un perímetro entre Caldas y Barbosa, se evidenció en un estudio que en Medellín habían 370 especies de árboles y palmas y que más de un 60 % de ellas fueron traídas de otros lugares del mundo. Como sembrador e investigador, Morales Soto reconoció que, aunque en la ciudad hay gran diversidad de especies, no es suficiente, ya que los árboles deben ser plantados estratégicamente y no todos cumplen con esta condición.

«La motivación de sembrar árboles, común en la actualidad, es importante, pero sin investigación es un error total. Al entusiasmo que se tiene por plantarlos se le debe agregar la pregunta por la pertinencia: si una especie tiene posibilidades de crecer solo debe ser plantada en zonas muy amplias. Existen individuos funcionales para la urbe, mientras que aquellos que deben ser vigilados constantemente pueden terminar siendo tumbados. En el caso de las que no son nativas, pueden tener raíces débiles o copas pesadas y esto puede traer problemas en contextos urbanos», explicó el autor de más de 12 libros sobre árboles.

Servicios ambientales

Árboles de la zona de Robledo entre la Institución Universitaria Pascual Bravo y la Facultad de Minas. Foto Natalia Piedrahita.

«Si uno habla en términos antropocéntricos, la producción de oxígeno y la purificación de aire son lo más útil que puede hacer el arbolado, a todos nos enseñan eso en el colegio, aunque se nos olvida. Sin embargo, otra cuestión medular es la regulación del ciclo del agua. Y en Medellín, una ciudad de alta contaminación, tienen otra función fundamental: dependiendo del tipo de especies pueden retener el material particulado que es emitido por los vehículos», destacó el biólogo Cardona Naranjo.

Más allá de los beneficios para los humanos, en los árboles las aves encuentran sus frutos y néctares, los insectos ayudan a la polinización y diferentes grupos de fauna urbana diurna y nocturna obtienen refugio. Frente a este aspecto, Morales Soto señaló que la ciudad tiene el reto de generar corredores que permitan conectividad para la biodiversidad urbana: «La mayoría de parques y plazoletas están muy aislados y solo las aves saben hacer las conexiones entre ellos, pero para otros animales son barreras infranqueables».

Asimismo, el experto enfatizó en que, en una zona verde, las hojas que caen al suelo no son basura y no se deberían recoger a menudo, ya que son elementos valiosísimos porque protegen el suelo y le devuelven nutrientes, pero cuando se barren se rompe un ciclo natural bajo una falsa idea de orden y estética.

En épocas de temperatura alta, los árboles también ayudan a reducir la temperatura de las calles. No son un lujo sino una necesidad, ya que en su sombra prospera la biodiversidad: son hogar de mariposas, abejas y colibríes, y tienen el poder de revitalizar su sistema urbano polucionado y deteriorado —ver ilustración—.

Sanciones por talarlos

En 2006 se creó el Comité de Silvicultura Urbana y Paisajismo de Medellín, regido por el Decreto 2119 de 2011, que maneja la protección y restauración de estructuras verdes de la urbe. De cara a convertirse en una ecociudad, para este año se tiene la meta de sembrar 300 000 árboles en Medellín.

Aunque la tala indiscriminada de árboles continúa dándose, hoy no es tan fácil tomar la decisión de tumbarlos, ya que el Área Metropolitana, como organismo encargado de su vigilancia y control, dispone de una reglamentación para la protección forestal, incluso para cosas tan específicas como podarlos y cortar sus raíces. Es importante que la ciudadanía sepa que todo árbol es público, incluso al estar en el antejardín de una propiedad: intervenir un ejemplar sin los respectivos permisos puede acarrear sanciones y multas legales.

Según la Secretaría de Medio Ambiente, en Medellín hay cerca de 690 árboles patrimoniales que se destacan en el paisaje por su longevidad, tamaño y cualidades. Los guayacanes amarillos y rosados del barrio Prado, el piñón de oreja contiguo al Claustro de Comfama, los falsos laureles de Laureles, la bala de cañón del parque de Belén, el ébano del parque de El Poblado, las ceibas que están al frente del edificio Los Búcaros —calle La Playa— y del Hospital La María de Castilla, y en la zona de Santa Teresita, en Laureles; el piñón de oreja adjunto al centro cultural El Jordán, en Robledo, y el algarrobo aledaño al zoológico del barrio Santa Fe. Son individuos con más de 100 años de edad que se convirtieron en testigos de la historia de la ciudad.

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