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Academia

«A quienes aún recorren los pasillos de esta universidad, no desistan»: estudiantes distinguidos UdeA exaltaron a la Alma Máter

16/10/2025
Por: Redacción UdeA Noticias

Durante la celebración del Día Clásico 222, el pasado 9 de octubre de 2025, la Universidad de Antioquia realizó la entrega de las Distinciones Universitarias a estudiantes destacados durante el año; allí dos de los universitarios reconocidos resaltaron el papel que recae en la comunidad estudiantil al ser la razón de ser de la Alma Máter. En el evento, realizado en el Edificio San Ignacio, las voces de Julieth Mora y Camilo Franco resonaron en el auditorio del Paraninfo, recordando que este camino por la UdeA se define en el gesto de no desistir y en la «calma que se encarna en el movimiento», como generador de nuevo conocimiento.

Fueron 92 los estudiantes de distintas unidades académicas los que recibieron reconocimientos por su compomiso y espiritu universitario. Foto: Alejandra Uribe Fernández/ Dirección de Comunicaciones.

A través de dos discursos reflexivos sobre la naturaleza de los universitarios, la perseverancia y el compromiso que implica ser estudiante de la Universidad de Antioquia, Julieth Eugenia Mora Erazo, estudiante de Pedagogía y Camilo Franco Muñoz, estudiante de Filología Hispánica; fueron los encargados de representar, a través de sus palabras, el sentimiento de un centenar de estudiantes reconocidos durante esta ceremonia.

Frente a sus compañeros, los familiares de quienes recibieron reconocimientos y las directivas universitarias, Julieth y Camilo instaron a la comunidad estudiantil a mantener vivo el rigor y la disciplina que caracteriza a la Alma Máter.

La estudiante Mora Erazo, retrata en su discurso la importancia del reconocimiento personal como un esfuerzo que se gesta de forma colectiva, alentando a quienes han encontrado un camino difícil a seguir en el propósito de la educación. Por su parte, Franco Muñoz invitó a exaltar y defender el rigor investigativo de la Institución, guiado por el sentido de la curiosidad y la «paciencia monástica», incluso cuando el mundo exija velocidad.

Durante el acto de distinciones especiales fueron reconocidos 83 estudiantes de pregrado con la distinción de Mejores Estudiantes Avanzados por Programa, nueve reconocimientos por Exaltación de Méritos, un reconocimiento que destaca aportes de los universitarios en diferentes ámbitos de la sociedad, y ocho estudiantes recibieron el Premio a la Investigación Estudiantil Universidad de Antioquia. A continuación, compartimos los textos de estos dos estudiantes distinguidos, que conmemoran a su vez la historia de 222 años de la UdeA:

La estudiante Julieth Eugenia Mora Erazo durante su intervención en el Día Clásico. Foto: Alejandra Uribe Fernández/ Dirección de Comunicaciones.

Julieth Eugenia Mora Erazo

Pedagogía - Facultad de Educación 

Mejores Estudiantes Avanzados por Programa 2025

Reciban un cordial saludo todos los aquí presentes: estudiantes, profesores, directivas universitarias, familiares y cada una de las personas que nos acompañan en este día tan significativo. Para mí es de mucho honor estar en representación de mis compañeras y compañeros distinguidos, compartiendo con ustedes esta celebración.

La emoción que siento al estar frente a ustedes es difícil de nombrar. No es solo orgullo, sino saber que detrás de cada rostro hay una historia de esfuerzo, de noches silenciosas, de dudas que se transformaron en fuerza.

Agradezco profundamente a Dios, a la Universidad de Antioquia en sus 222 años, a sus directivas y docentes, por seguir valorando los esfuerzos de sus estudiantes y por mantener viva la misión de formar con excelencia.

Como estudiantes hemos caminado entre desafíos. A veces la vida nos ha puesto a prueba con jornadas que parecían no alcanzar, con la escasez, con la fragilidad del cuerpo o con la distancia que separa del abrazo familiar. Hoy, al volver la mirada sobre lo andado, descubrimos que cada tropiezo nos enseñó a levantarnos, que en cada dificultad floreció una nueva fuerza, y que en medio del cansancio, la constancia siempre nos sostuvo. Levantemos entonces la mirada con alegría, porque cada obstáculo se transformó en un peldaño, y en cada paso descubrimos la inmensidad de nuestras capacidades y el poder de creer en nosotros mismos.

Al mirarnos hoy, reconocemos en cada uno de nosotros a esa persona que, a lo largo del trayecto universitario, se fue formando, construyendo y transformando. Todo lo vivido nos ha atravesado como el río que, al avanzar, pule las piedras y les da nuevas formas. Este camino, tejido con esfuerzo, disciplina y constancia, ha sido una corriente que nos ha moldeado; nos ha enseñado a resistir, a fluir entre las dificultades y a brillar con la serenidad de quienes comprendieron que cada prueba también fue una manera de crecer.

Esta celebración es también una forma de responsabilidad, una de esas que nacen no del deber, sino del querer. Porque este reconocimiento no nos pertenece solo a nosotros: está hecho de las manos y las voces que nos acompañaron en el camino. Pertenece a nuestros profesores, que con la serenidad del sabio y la paciencia del maestro sembraron en nosotros la inquietud del pensamiento; a nuestros compañeras y compañeros, que con sus preguntas, desacuerdos y silencios dieron vida al aula; a nuestra familia que en los días de agotamiento o incertidumbre me recordaron con ternura que la perseverancia también es una forma de fe, a las personas que nos acompañan hoy, siendo valiosa su presencia en todo este proceso porque son motivación e inspiración.

Quiero dedicar también estas palabras a quienes ya no están, pero hicieron posible que estemos aquí. A esas presencias queridas que permanecen en la memoria, que alguna vez creyeron en nosotros y nos impulsaron con su amor y su sacrificio.

Hoy deseo que este momento nos inspire a todos. A quienes aún transitan los pasillos de esta universidad, los invito a no desistir. Cada sacrificio tiene sentido. Cada lectura, cada desvelo, cada conversación en el aula, deja huellas profundas. Y a las directivas, gracias por seguir promoviendo espacios donde la dedicación, la investigación y el compromiso sean motivo de orgullo y de esperanza.

Porque la educación más que un derecho o una meta, es un lazo invisible que nos une. Es el hilo que enlaza nuestras diferencias y nos enseña a convivir, a escucharnos, a reconocernos en el rostro del otro. Ella nos eleva, nos aparta por un instante de la ceguera del egoísmo y de la inercia del instinto, para recordarnos que somos algo más que materia y deseo: somos conciencia, somos encuentro, somos palabra. La educación nos humaniza porque nos obliga a mirar más allá de nosotros mismos; nos invita a participar en el tejido común de la vida, donde la razón y la sensibilidad dialogan, y donde cada gesto de comprensión se vuelve una forma de redención. Hoy deseo que este momento nos inspire a todos. A quienes aún recorren los pasillos de esta universidad, les digo: no desistan. Cada sacrificio tiene un propósito, aunque a veces se oculta bajo el cansancio o la incertidumbre.

Recuerdo con claridad el día en que recibí el anuncio de esta distinción. Estaba a punto de rendirme, de abandonar el camino, abrumada por las dificultades de sostenerme en esta ciudad y por la soledad que a veces acompaña al esfuerzo silencioso. Pero en ese instante comprendí que no era solo un mensaje: era un espejo que me devolvía el reflejo de todo mi trayecto, de cada caída y cada intento. Era la vida misma recordándome que el esfuerzo no es en vano, que hay algo sagrado en resistir, en seguir creyendo incluso cuando todo parece perder sentido.

Por eso, a quienes aún luchan, les pido: sigan. No por la promesa del reconocimiento, sino por la certeza íntima de que cada paso, por pequeño que parezca, nos acerca a lo que verdaderamente somos.

Quiero cerrar estas palabras recordando que ningún logro es del todo individual, que cada uno lleva en sí la huella de muchos otros. Que cada reconocimiento florezca como una semilla colectiva, capaz de inspirar a quien viene detrás a creer en su propio proceso, a descubrir que en medio de la duda también crece la fe. Que cada paso que damos dentro de esta universidad nos recuerde que transformar el mundo comienza con el gesto humilde de transformarnos a nosotros mismos.

Gracias a todos los que hoy están aquí, por ser parte de este encuentro que nos une bajo un mismo propósito: el de seguir creyendo, el de seguir caminando. Porque al final, la educación como la vida solo tiene sentido cuando se comparte.

Muchas gracias.

 

«Seguir pensando con paciencia y lucidez, con rigor y curiosidad», fue uno de los mensajes de Camilo Franco Muñoz. Foto: Alejandra Uribe Fernández/ Dirección de Comunicaciones.

Camilo Franco Muñoz

Filología Hispánica - Facultad de Comunicaciones y Filología

Premio a la investigación estudiantil Universidad de Antioquia 2025. Área Ciencias Sociales. Humanidades y Artes, primera categoría.

En Valençia seyé Mio Çid con todos sus vassallos,
con él amos sus yernos los ifantes de Carrión.
Yaziés’ en un escaño, durmié el Campeador, 2280
mala sobrevienta, sabet, que les cuntió:
salios’ de la rede desatós’ el león.
En grant miedo se vieron por medio de la cort;
enbraçan los mantos los del Campeador,
e çercan el escaño e fincan sobre so señor. 2285
[…] En esto despertó el que en buen ora nació;
vio çercado el escaño de sus buenos varones:
“¿Qué’s esto, mesnadas, o qué queredes vós?”
“¡Hya señor ondrado, rebata nos dio el león!” 2295
Mío Çid fincó el cobdo, en pie se levantó,
el manto trae al cuello, e adeliñó pora[l] león;
el león cuando lo vido, assí envergonçó,
ante Mio Çid la cabeza premió e el rostro fincó.
Mio Çid don Rodrigo al cuello lo tomó, 2300
e liévalo adestrando, en la red le metió.
A maravilla lo han quantos que í son,
e tornáronse al palacio pora la cort.

(Poema de Mio Cid, vv. 2278-2303)

He querido comenzar con estos versos del Poema de Mio Cid no tanto por su gesto heroico evidente, sino por la claridad de la acción. El Cid no combate ni grita: se levanta y camina, entre el caos, hacia el aparente peligro. Su gesto restituye el equilibrio que el miedo había roto. Esa calma que se encarna en el movimiento —esa inteligencia corporal— resume, de algún modo, el sentido mismo de la investigación.

Marcel Jousse definió el gesto, en su antropología homónima, como el ritmo encarnado de la experiencia: une action qui agit sur une autre action. El principio ordenador del cosmos se basa en una acción que actúa sobre otra acción. Para él, la palabra y el cuerpo son inseparables: toda expresión humana surge de su encuentro. El pensamiento puede apuntar a lo abstracto, pero la abstracción, aislada del gesto, se disuelve en su propio vacío; solo en la acción encuentra de nuevo su forma. En esta idea —en el saber como acción encarnada— también se encuentra el fundamento de toda investigación.

En los cantares de gesta ese principio se conserva rigurosamente. El juglar, su intérprete, no reproduce del todo un pasado glorioso: ensaya de nuevo la acción, como si el relato mismo pusiera en movimiento la experiencia: hace presente ese relato. La épica, entre tantas cosas, además de ser una exaltación del heroísmo, se configura como una reflexión sobre la continuidad de los actos humanos: un repetir, un re-accionar, mejor, para comprender.

Y en esa repetición —ese gesto del rehacer— las literaturas y las ciencias se reconocen. Porque toda investigación —ya en las ciencias de la salud, ciencias exactas y naturales, ingeniería y tecnologías, o en ciencias sociales humanidades y artes— responde al mismo impulso: entender lo que se mueve —aunque, como nos recordaría Zenón, nada se mueva del todo; o, como sospecharía Schrödinger, quizá el movimiento dependa de si lo estamos mirando o no. Distintas áreas, sí, pero unidas por una ética común: la de la atención precisa, del gesto que no se precipita y no rehúye lo complejo. Que se levanta de su escaño y se acerca al león. Pero, como sabemos, nunca es así de sencillo.

En otro cantar, en la Chanson de Guillaume, escuchamos: «N’en fuit mie Willame, ainz s’en vait. [Guillermo no huye, tan solo se marcha]» (Chanson de Guillaume, v. 1225). Aquí está la clave para alcanzar la calma que se impone al caos: no hay derrota en su retirada, sino comprensión del límite: el duque Guillermo sabe que volverá para concluir la obra.

Ese gesto —el de quien se detiene para volver, que sabe cuándo descansar y cuándo regresar— encierra una sabiduría que también pertenece al trabajo intelectual. Investigar no es resistir sin pausa, no es avanzar, perdidos en nuestra hybris hacia el caos, sino aprender el ritmo de las cosas: avanzar, detenerse, respirar —tomar agüita, claro—, volver y terminar.

En tiempos como los nuestros, que premian la prisa y la productividad, la Universidad de Antioquia continúa defendiendo la lentitud del pensar, la continuidad de una tradición que no se mide únicamente en resultados, sino en rigor y curiosidad —y en algunos trámites, varios, que, a su modo, intentan enseñarnos cierta paciencia monástica.

Por eso este reconocimiento que recibimos hoy como estudiantes, y que más tarde recibirán también los profesores, no es una meta, sino una pausa: un momento para respirar y contemplar. La contemplación, además de potente signo estético, es investigación y resistencia. Porque investigar —como la interpretación de una gesta que hace un juglar frente a su audiencia— no consiste del todo en vencer, sino en mantener el gesto vivo.

Y acaso ahí —en la calma del que no huye sino que se marcha para volver y luego toma al león y vuelve a su escaño— resida la verdadera fuerza de la Universidad de Antioquia: seguir pensando con paciencia y lucidez, con rigor y curiosidad, cuando el resto del mundo confunde el movimiento con el sentido y solo corre —solo corre desbocado.

Muchas gracias.

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