Cultura

Lobo, de la compañía Los Animistas, y el documental El hogar fue sepultado en esa tierra que nunca pudimos encontrar, dirigido por Deimer Quintero, fueron los ganadores de la 57.ª versión de los Premios Nacionales de Cultura UdeA. Foto: Extensión UdeA/Andrés Felipe Jaramillo

Con obras que dialogan con la violencia política, la memoria del desplazamiento forzado y los lenguajes contemporáneos de creación, la Universidad de Antioquia entregó los Premios Nacionales de Cultura 2025. La obra teatral Lobo, de la compañía Los Animistas, y el documental El hogar fue sepultado en esa tierra que nunca pudimos encontrar, dirigido por Deimer Quintero, fueron los ganadores de la 57.ª edición de estos reconocimientos, otorgados por la institución desde 1968, y en la que se destacó un incremento del 8 % en la participación juvenil, especialmente en la categoría de memoria audiovisual. La ceremonia de premiación se realizó el 10 de diciembre de 2025 en el Auditorio del Museo Universitario.

Para el 13.º Premio Nacional de Artes Escénicas se recibieron 27 postulaciones provenientes de 22 ciudades y municipios del país. De estas, el jurado seleccionó seis finalistas, de los cuales cinco se presentaron en el 2.º Encuentro Nacional de Teatro, realizado en el Teatro Universitario de la UdeA entre el 24 y el 28 de diciembre de 2025. La obra ganadora en esta categoría fue Lobo, de la compañía Los Animistas.

Lobo aborda la violencia política en Colombia a partir de la llamada guerra de Villarrica (1954–1957), que implicó el bombardeo de regiones del Tolima y el desplazamiento de poblaciones campesinas de varias veredas, entre ellas La Colonia. La obra reconstruye la vida de Roberto Wolf-Lobo, un emigrante húngaro que habitó la región y cuya historia se convierte en un prisma para narrar ese periodo de la historia nacional.

El jurado en Artes Escénicas, conformado por Víctor Raúl Viviescas Monsalve, Eduardo Sánchez Medina y Fernando Vidal Medina, eligió la obra ganadora «por la vigencia y actualidad de la temática que recrea; por la condición experimental y por la riqueza de su propuesta dramatúrgica; y por el rigor y virtuosismo de su ejecución material». Además, Sánchez añadió que la puesta en escena se consolida como un referente para el teatro nacional por su carácter testimonial, su musicalidad y la convergencia de lenguajes escénicos.

Para Ana María Vallejo de la Ossa, directora y dramaturga, quien recibió el premio en representación de Los Animistas, Lobo propone una reflexión política, social y espiritual sobre la historia, dura pero bella, de Colombia y sus regiones. «Los animistas no solamente son los animistas porque tengan la magia de manipular de esa manera los muñecos y los objetos, sino también porque saben vislumbrar y evocar para nosotros en la escena el alma de las cosas y del territorio», expresó durante la ceremonia.

De izquierda a derecha, Lucía Arango Liévano, jefa de la División de Cultura y Patrimonio de la UdeA; Deimer Quintero, director de la obra El hogar fue sepultado en esa tierra que nunca pudimos encontrar; Ana María Vallejo de la Ossa, representante del grupo Los Animistas; Ana Lucía Pérez Patiño, vicerrectora de Extensión de la UdeA, y Eduardo Sánchez Medina, jurado del 13.º Premio Nacional de Artes Escénicas. Foto: Dirección de Comunicaciones/Alejandra Uribe F.

El diálogo con la memoria histórica también fue referente en el 9.º Premio Nacional de Memoria, modalidad audiovisual, al que se presentaron 58 propuestas. En esta categoría se destacó el uso recurrente de archivos no institucionales y formatos no profesionales, así como producciones de corta y larga duración —documentales, ficciones, animaciones, obras experimentales e híbridas— que, según los jurados, «propenden por el conocimiento de la historia y los derechos de las comunidades, y que son consecuencia de una creciente organización social que actúa de forma descentralizada luchando por dar visibilidad a memorias no hegemónicas».

El premio fue otorgado a El hogar fue sepultado en esa tierra que nunca pudimos encontrar. En palabras de su director, Deimer Quintero, se trata de «una película documental híbrida que intenta evocar un territorio que yo no pude conocer. Mi familia tiene que salir desplazada del Urabá antioqueño un mes antes de que yo naciera, entonces durante muchos años yo estuve haciéndome preguntas por ese lugar». Para Quintero, «los lugares que perdemos son más que lugares físicos, son lugares emocionales, lugares donde construimos la vida, donde se construye la infancia, los amigos, los afectos».

El jurado de esta categoría, integrado por Lissette Orozco Ortiz, Pedro Adrián Zuluaga Duque y Ana María López Carmona, reconoció la obra por «el tratamiento poético del archivo, el uso de la repetición como figura retórica y el trabajo sonoro que pone en evidencia las violencias múltiples y la necesidad de comenzar la vida en otro lugar». Para los evaluadores, el documental sintetiza uno de los problemas más graves —y menos visibles— del audiovisual colombiano: el desplazamiento forzado y sus consecuencias, pues «plasma la memoria colectiva e intergeneracional y permite un diálogo sobre los eventos traumáticos, sus consecuencias emocionales, su posicionamiento y la reelaboración artística desde el presente».

Según Quintero, el documental fue producido de manera comunitaria junto con su familia y amigos. «Para nosotros fue una sorpresa porque es una película muy artesanal que hemos hecho como todos con las manos, con una juntanza como de amigos. Entonces, es un premio al cine pequeño, al cine artesanal, al cine que se hace como se hace la arcilla», dijo el director.

Como novedad, en 2025 la Universidad cumplió la meta de incrementar la participación juvenil en los Premios Nacionales de Cultura. De acuerdo con Lucía Arango Liévano, jefa de la División de Cultura y Patrimonio de la UdeA, «este año, a través del Premio Memoria, queriéndonos actualizar en esos lenguajes audiovisuales, incrementamos esta participación en un 8 %, lo cual es para nosotros un gran logro porque como institución debemos seguir interpretando esas pistas que nos da el mundo cultural».

Para la vicerrectora de Extensión, Ana Lucía Pérez, «en medio de todas estas situaciones que estamos enfrentando, la cultura es la principal apuesta de la universidad pública como centro de cultura». En esa misma línea, Arango señaló que la Universidad, a través de estos premios, «sigue cumpliendo con su misión como alma máter de Antioquia, pero también como un proyecto cultural, académico y de extensión sumamente relevante en el país». En ello coincidió Sánchez, quien afirmó que los Premios Nacionales de Cultura se han consolidado como un referente nacional por su rigurosa curaduría y selección, «significativos para el desarrollo y la evolución de las artes escénicas y culturales en nuestro país».

Con esta edición, los Premios Nacionales de Cultura reafirman el papel de la Universidad de Antioquia como un espacio no solo de creación, sino también de diálogo con la historia del país, sus heridas y memorias. Las obras premiadas confirman que la creación artística sigue siendo una herramienta fundamental para comprender el presente y proyectar el futuro, y que la universidad pública continúa siendo un escenario clave para que esas voces encuentren reconocimiento y permanencia.