«No podemos ser rehenes de las audiencias»: Jose Guarnizo, Periodista del Año 2025 en los Premios Simón Bolívar
«No podemos ser rehenes de las audiencias»: Jose Guarnizo, Periodista del Año 2025 en los Premios Simón Bolívar
En un momento en el que el periodismo está bajo lupa —marcado por la crisis de los medios, la batalla por la atención y la urgencia de elevar los estándares—, Jose Guarnizo, elegido Periodista del Año 2025 en los Premios Nacionales de Periodismo Simón Bolívar, reflexiona sobre el oficio desde su experiencia en redacciones tradicionales y en la construcción de «Vorágine», uno de los proyectos de periodismo independiente que ha alcanzado mayor reconocimiento en Colombia. Este egresado de la Universidad de Antioquia habla del valor de la formación humanística, de las trampas de las redes sociales y del papel que juegan hoy las audiencias en la supervivencia del periodismo.

El nombre de Jose Guarnizo se escuchó dos veces el pasado 19 de noviembre del 2025 durante la ceremonia de los Premios Nacionales de Periodismo Simón Bolívar. La primera vez lo llamaron para recibir, junto con sus compañeros Nicolás Sánchez y Angélica Penagos, el reconocimiento del jurado en la categoría «Periodismo investigativo - Texto». La segunda invitación para subir al escenario, cerrando la noche, fue para recibir el «Premio al Periodista del Año 2025».
Guarnizo se graduó del pregrado de Periodismo de la Facultad de Comunicaciones y Filología de la Universidad de Antioquia y, luego, obtuvo un máster en Creación Literaria en la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona. Es cofundador y director general de Vorágine. Fue editor de Nación de la revista Semana, editor general de Semana.com y editor de investigaciones de El Colombiano. Es autor de varios libros y ganador de importantes premios a nivel nacional e internacional, entre ellos, el Premio Internacional de Periodismo Rey de España (2010).
Las palabras del acta del jurado describen y reconocen el valor de este egresado de la Alma Máter y su apuesta en el periodismo: «Con valentía, determinación y persistencia, Jose Guarnizo se ha propuesto “cubrir el conflicto para intentar entenderlo”. Esa misión lo ha llevado a proponer una agenda centrada en desentrañar la relación entre poder, corrupción y violencia, basándose en reportería de alto rigor y formatos cuidados y sensibles con las lógicas de consumo informativo contemporáneo», afirmaron.
Su visión sobre el oficio del periodismo, la importancia de la formación humanista de los periodistas, las redes sociales y la importancia de las audiencias en la actualidad, son algunos de los temas que abordamos en esta conversación con UdeANoticias.
Yolanda Ruiz, reconocida con el «Premio a la Vida y Obra de una Periodista» en los Premios Simón Bolívar 2025, dijo en su discurso que ella, a los 61 años, tiene cuentas en X, Instagram, Facebook, Tik Tok, YouTube, Spotify, etc... «porque el periodismo se hace hoy desde plataformas digitales». Usted fundó y es director de Vorágine, un medio digital que ya ajusta poco más de cinco años. ¿Cómo ha sido esa apuesta y experiencia en el ecosistema de medios que tenemos en el país?
Nuestra apuesta no es por las redes sociales. Estamos en las redes sociales porque son los canales de distribución y entendemos que cada red social tiene unas dinámicas propias para que ese contenido llegue a más personas. No hemos caído en la trampa de pensar que el periodismo son las redes sociales hoy en día.
Tenemos una apuesta muy fuerte por el contenido y me atrevería a decir que Vorágine no es un medio innovador en términos de que la principal apuesta es volver a las raíces del oficio... ¡Apostarle mucho al contenido! No a la cantidad, sino a la calidad del contenido. Y ahí sí hablamos de redes sociales y pensamos en estrategias para cada red social.
En esa línea, si no existieran las redes sociales, ¿esa apuesta habría sido posible?
No hubiera sido posible. Aunque suene algo contradictorio, nuestro modelo no se sustenta en las redes sociales, sino en el contenido, pero eso no quiere decir que nosotros no estemos pensando todo el día en las redes sociales, en cómo podemos distribuir ese contenido y cómo llegar a esas audiencias que están en redes con algoritmos diferentes. Intentamos hacer el periodismo que se hacía hace cincuenta años, con investigaciones muy pensadas, con ilustraciones muy bellas, pero todo eso adaptado a estos tiempos en términos de que somos conscientes de cuáles son los canales a través de los cuales viaja la información.
Hace 20 años era absolutamente impensado que un grupo de periodistas sin plata fundara un medio de comunicación y que quizás algún día uno de esos contenidos llegara de manera masiva a mucha gente. Era absolutamente impensado. Hoy es posible. Entendemos que somos un medio de nicho, que necesitamos crecer poco a poco con una estrategia, pero al mismo tiempo, volviendo, repito, a las raíces del oficio, tratando de no perder la cabeza por las redes sociales.
Usted se formó como periodista antes del auge de las redes sociales. Ha escrito libros periodísticos, crónicas y reportajes que se han publicado en revistas y medios impresos. Pero también ha hecho una apuesta por el periodismo de investigación en medios digitales. Hoy en las escuelas y facultades de periodismo muchos jóvenes aspiran a ser generadores de contenidos digitales desde sus cuentas personales. ¿Qué les diría usted para que no abandonen ese periodismo investigativo, de denuncia, profundo que necesita la sociedad?
En los últimos años se ha pensado que el periodismo, por estar en redes sociales, es sinónimo de frivolidad. Creo que la Facultad de Comunicaciones y Filología de la UdeA tiene una escuela de periodismo muy estructurada. Lo que me ha tocado a mí, incluso como profesor, aunque hace varios años no lo soy allí, es una muy buena escuela de periodismo y creo que esos principios son muy importantes.
No soy quién para dar consejos, pero en 20 años dedicado a este oficio, he visto que cada vez más se necesitan personas expertas en algo; estos tiempos nos llevan quizás a pensar que hay que saber hacer todo o, por ejemplo, que el texto es menos importante que el video. El texto sigue siendo muy importante, incluso en los videos, porque un mal guion se tira un vídeo. Se necesitan guionistas o realizadores expertos o gente dedicada al texto experta en texto, porque, me parece a mí, sigue siendo lo más importante.
Los contenidos se optimizan para viajar mejor en los buscadores a través de palabras claves y de texto en general. Un titular hace completamente la diferencia para viajar mejor o no en las redes sociales. Necesitamos más gente experta en pódcast, más gente experta en texto, más gente experta en realización de video, en fotografía... porque solo si tú eliges un camino e intentas volverte especialista en él, vas a poder llegar a mejores resultados.
El jurado del Premio destacó la capacidad de liderazgo de Jose Guarnizo, reflejada en los logros obtenidos en los últimos años en Vorágine, medio que él dirige. Foto: redes sociales del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar.
Hablamos, desde hace casi una década, que los medios de comunicación están en crisis. En el último año hemos visto despidos masivos en medios tradicionales y, algunos medios digitales, como Mutante o la Silla Vacía, limitando un poco su despliegue informativo para tener ese punto de equilibrio económico —y no es un tema exclusivo de Colombia, en el mundo sucede igual—. ¿La crisis económica en los medios afecta el periodismo?
Hay una crisis de medios de comunicación y una de las razones, podríamos hablar de varias, es que sustentaron su modelo de negocio en uno que ni siquiera da plata: los clics. El verdadero poder de los clics lo tienen las grandes plataformas: Facebook, Google, etcétera. Ellos ganan mucho dinero con la difusión de los contenidos de los medios de comunicación y los medios no lo entendieron, sino que siguieron basando su modelo en los clics. Por eso vemos hoy un medio con más de 100 años contándote la historia de una infidelidad, pero ni siquiera bien contada, sino dos párrafos y ya, que es lo que llamamos el clickbait, una estafa al lector.
Los medios llevan casi una década estafando a los lectores, es decir, diciéndole al usuario, lee esto, él entra, sigue leyendo y después se da cuenta de que no es cierto o que es medianamente cierto. Evidentemente, si llevas muchos años estafando al lector, pues no esperes que los lectores te salven. Hoy en día los lectores y los usuarios tienen más poder de crítica. En Colombia los medios de comunicación estaban en manos de unas pocas familias y luego de grandes conglomerados económicos. Y eso es una variable que entra en toda esta discusión. No es una. Es un debate que tiene muchas variables. Al final de todo esto está el oficio y los periodistas.
El periodismo es un servicio social, un valor de la democracia y en este país hay muchos periodistas que, independiente de dónde trabajen —medios grandes o de conglomerados económicos, medios independientes, etc.— hacen un muy buen trabajo y creo que ese es el único que va a sobrevivir. Los periodistas y los directivos periodísticos que continúan velando por elevar el estándar periodístico, son los que están llamados a sobrevivir.
Menciona que hay un valor en ser experto en algo, en especializarse. ¿Cómo conversa eso con la realidad económica de los medios, cuando el mercado exige ser multifuncional?
Suena horrible ponerme como ejemplo, pero a mí me ha tocado también conversar y bandeármelas con eso, porque hice mi escuela en los medios tradicionales. Intenté siempre especializarme en texto a pesar de que me tocara hacer otras cosas. Creo que lo importante es cómo intentar saber uno hacia dónde va y no desechar la escuela que uno pueda hacer. La realidad laboral es una muy difícil, pero eso no quiere decir que tengamos que desechar esa escuela. Trabajé, por ejemplo, dos años en un periódico que se llamaba La Chiva, que era un diario popular que hacía parte de El Colombiano, y esa fue una de mis mejores experiencias porque pude conocer todos los recodos de Medellín y el área metropolitana escribiendo crónicas.
En el oficio del periodismo, desde siempre, ser el primero en dar una información ha sido algo aspiracional. En la jerga periodística se habla de la «chiva», «exclusivo», «primicia», «tubazo», «scoop», etc. Hoy, con las redes sociales botando información cada segundo, donde es fácil caer en noticias falsas, ¿cuáles son las herramientas o prácticas que usted usa y recomienda para verificar información y evitar caer en la trampa de publicar sin confirmar?
Básicamente hay que volver a los principios de primer semestre en la universidad. Hay unas tareas que se supone que hace el periodista antes de publicar y una de ellas es contrastar e intentar verificar la información. ¡Nos debemos centrar en los principios deontológicos del oficio! Hoy un periodista emite preguntas o dice cualquier cantidad de cosas en redes sociales sin ni siquiera levantar un teléfono. No pido que vayan hasta el lugar, está bien, pero sí llamar, buscar en bases de datos, verificar la información. Las audiencias, poco a poco, van valorando ese ejercicio.
Por muchas herramientas que existan y por mucha desinformación que hay, porque es más la desinformación que los chequeos y en un porcentaje abismal, me parece que lo que tenemos es que volver al primer semestre de la universidad y recuperar todos esos principios de contrastación, de entender que nosotros no somos los poseedores de la verdad, sino que nuestro trabajo es buscar indicios, documentos, pruebas que nos lleven a determinar si algo es veraz o no veraz.
Durante esta conversación hay una palabra recurrente: audiencias. ¿Qué papel juegan esas audiencias hoy en día en el quehacer de los medios y los periodistas?
Los periodistas no podemos enfocarnos solo en hacer el contenido que las audiencias nos piden. Es importante saber cuál es el enfoque del tipo de contenido que nosotros hacemos después de haber creado un modelo de contenido. O sea, este es nuestro modelo, vamos a hacer periodismo sobre este y este tema, y los otros no los vamos a hacer. Si tengo claro cuál es mi modelo de contenido para mis audiencias, pues estas irán llegando o no, pero si yo hiciera, por ejemplo, contenido solo con lo que me dice la audiencia de Vorágine, no sé qué tipo de contenido estaríamos haciendo.
¡No podemos ser rehenes de nuestras propias audiencias! Respeto mi audiencia en la medida en que contrasto la información, la verifico e intento entregar un producto con un elevado estándar periodístico; en esa medida respeto a mi audiencia, no haciendo lo que mi audiencia quiere que haga necesariamente.
En esa línea, las redes sociales le han dado mayor exposición al «periodismo activista» y más allá de si está bien o mal, desde su experiencia: ¿Cómo trazar límites éticos en ese enfoque del periodismo?
Para que un periodismo «activista» se llame periodismo debe tener un estándar periodístico y me parece a veces difícil que en medio del activismo se tenga un estándar periodístico, porque cuando tú tienes un estándar periodístico tienes que también ver el otro lado de las cosas.
No me interesa el periodismo político o activista político. De hecho, no me interesa en primera medida porque vengo de la escuela de la Universidad de Antioquia. Alguien me decía, alguna vez, que si venía de la escuela de la UdeA él imaginaba que hacía periodismo de izquierda. ¡Para nada! No recuerdo jamás en ninguna clase que alguien me haya dicho que hay que hacer periodismo de izquierda o de derecha. Lo que vi en la escuela de periodismo de la UdeA fue otra cosa, vi autores, vi mucha literatura, periodismo, investigación.
Tampoco creo en la neutralidad, ni en la objetividad. Creo que la subjetividad siempre va a estar. Si tú titulas de una manera y no de otra, ya está siendo subjetivo. ¿Entonces, dónde te ubicas? Me gusta una clasificación que hace Bertol Brecht respecto al teatro. Él habla del teatro político, teatro militante, y luego habla del teatro comprometido. Teatro militante es ese que a mí no me interesa hacer, pero cuando él habla de teatro comprometido lo comparo con el periodismo. En Vorágine hacemos periodismo comprometido: con las injusticias sociales, con las víctimas del conflicto armado, con los migrantes, con los pobres. Eso sí me interesa. Y ahí pongo mi foco. Si eso ocupa o no un espectro ideológico, me parece irrelevante.
Usted es egresado de la Facultad de Comunicaciones y Filología de la UdeA, en un momento donde el enfoque —más allá de la importancia de la ética y las bases del periodismo informativo— era el periodismo narrativo; además ha sido docente y tallerista de periodismo en la ciudad y el país y ha ganado importantes premios. ¿Cuál cree usted que debe ser el enfoque en la actualidad en la formación de nuevos periodistas?
A mí los principios del periodismo narrativo y de investigación es lo que me han salvado y lo que me tienen hoy acá, malo o bueno, me tienen hoy acá. El periodista sí requiere una formación humanística, que conozca metodologías de ciencias sociales y humanas, de investigación e inclusive de literatura. Y no se trata solo de hacer textos bonitos, he visto periodistas muy formados que están obsesionados con la chiva, con la primicia, con la exclusiva. Se les olvidan cosas básicas, por ejemplo, ¿cómo contar esa historia? Porque se nos olvida que nosotros contamos historias y para hacerlo bien debemos recurrir a elementos que están en la literatura o en el cine y que nos sirven de instrumentos para interpretar la realidad. No estoy hablando de la retórica, sino de la estructura de una historia, su comienzo, su tensión narrativa, su final. Y a mí me ha servido muchísimo.
La última pregunta, un poco más emotiva: cuando uno estudia periodismo, sueña o quiere ganarse un Premio Simón Bolívar. ¿Qué pasó por su cabeza cuando le dicen que es el Periodista del Año?
Pues la verdad, para mí fue inesperado. Me dio muchísima alegría ver el acta del jurado porque hicieron una lectura de todas las luchas que hemos dado. Cuando me llamaron a contarme que había sido seleccionado me acordé de la primera vez que vi una nota mía publicada en el impreso del periódico De la Urbe. Estaba como en tercer semestre y le entregué al editor de aquel entonces, el profesor Carlos Uribe de los Ríos, un CD con la crónica, fotos y todo el material. Era la primera crónica que escribía y la había hecho convencido de la investigación que hice y de que era buena. Un día, ingresando a la Universidad, me entregan el periódico y al abrirlo vi mi nombre. Dos páginas ocupó aquel texto. Sentí una felicidad tan grande que incluso me tuve que sentar en el murito de la plazoleta Barrientos para procesarlo. Eso nunca lo he vuelto a sentir en mi vida. Ni cuando me gané un Rey de España. Siempre vuelvo a ese momento y a ese lugar, ahí se partió mi vida definitivamente en dos. Entonces, cuando me hicieron la llamada, pensé en eso, pensé en ese día.
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