Una vida al arte
Una vida al arte
Ángela María Chaverra Brand es magíster en Estética y doctora en Artes, forma parte del Colectivo Artístico El Cuerpo Habla y será la invitada especial al día del investigador del Sistema de Bibliotecas este viernes 23 de marzo.
Fotos: cortesía Ángela Chaverra.
“Mi mamá nos llevaba al sainete y a operetas, por lo que el arte era algo muy cotidiano en mi casa. Incluso mi abuelo era tiplista y tocó con los Vieco y mis tíos practicaban danza”, recuerda Ángela María Chaverra.
Ella nació en Bogotá, pero sus padres son antioqueños. Su padre era comerciante y su madre modista. Su infancia transcurrió en más de tres ciudades. Estudió en el Colegio Palermo y en La Presentación en Medellín. En el Liceo Nacional Camilo Torres en Bogotá y culminó su bachillerato en el Liceo Nacional Femenino en Cartagena.
“Fue una época maravillosa. Mi papá tenía una empresa de helados. Nosotros comíamos helado todo el día, pero a veces no nos dejaban y nos lo comíamos al escondido, por las noches, debajo de la cobija. También me gustaba cantar, todo el mundo me ponía a cantar. Yo era como una especie de clown en la familia, porque decían que yo era muy graciosita”.
En 1979 se presentó por primera vez al Alma Máter a Sicología, pero no pasó. Comenzó a estudiar inglés en el Colombo Americano y a trabajar. Ángela era la consejera de sus amigos, tanto que les ayudaba a buscar novia. Algo que su madre veía raro por lo que la llevó donde el psicólogo. De allí nació su motivación por estudiar esta carrera.
Ángela cuenta que luego se volvió a presentar y pasó. “Amaba lo que estudiaba, además porque era un pregrado que estaba enfocado en el psicoanálisis, y esa mirada psicoanalítica que me dio, me ayudó en la vida a plantear una pregunta por mi deseo. Y mi deseo está en el arte”.
Mientras estudiaba en la Universidad se le presentó la oportunidad de ingresar a la Escuela Popular de Arte, EPA. Un espacio para profesionalizar aquello que tanto amaba, el teatro. Las mañanas las dedicaba a la sicología, las tardes al trabajo y las noches al arte. En 1988 terminó su formación en la EPA y se le abrieron varias oportunidades de viajar, pero no tenía como irse. Dos años después concluyó el pregrado y empezó a trabajar como sicóloga en una corporación feminista.
“No fue algo muy amable. Yo sentía que no pertenecía a ese lugar. En la corporación querían otro perfil y yo quería hacer arte. Incluso en esa época iba a una terapia psicoanalítica con una mujer que amo mucho. Ella una vez me echó del consultorio, pero ese echar fue el aporte más amoroso que he recibido de alguien, me dijo que no volviera y que buscara mi deseo en otra parte”.
Ángela renunció a su trabajo. Pagó un curso de teatro con la liquidación y se fue durante 6 meses a La Guajira como profesora de teatro y danza.
El lugar de su deseo
Vivió un tiempo de hacer obras de teatro y recreaciones. Al principio estaba muy asustada, pero poco a poco se le fueron abriendo muchas puertas y empezó a realizar varios proyectos para el Palacio de Cultura Rafael Uribe Uribe. También asumió la coordinación de teatro de la Gobernación de Antioquia.
Ángela manifiesta que no quería trabajar en otra cosa. “Había realizado una especialización en semiótica y hermenéutica del arte, y en ese momento salió un convenio entre la EPA y la UPB para estudiar allá la licenciatura en formación estética. Vi una excelente oportunidad para seguir formándome y me matriculé”.
Ángela fue programadora cultural de la Alcaldía de Medellín durante 5 años. Debido a un cambio político del momento, se quedó sin trabajo. Ocasión que aprovechó para acercarse más a la docencia. Entonces comenzó a dictar horas cátedra en diferentes universidades de la ciudad.
“Yo trabajaba en todas partes, salía corriendo de un lado para otro. Era duro pero era feliz, después me dieron más horas de cátedra acá en la Universidad de Antioquia y empecé a abandonar las otras partes. Luego me ofrecieron medio tiempo ocasional, hasta que me vinculé en el 2008. La docencia ha sido una de las cosas más bellas que me pudo pasar en la vida”, recuerda Chaverra.
Cuando se encontraba dando clases en el programa de Licenciatura en Artes Plásticas, Chaverra daba unos talleres para que estas no fueran muy lineales sino para que se dieran otras aperturas. Estos empezaron a gustar mucho a los estudiantes por lo que el jefe de Departamento le propuso dar una cátedra en la que se profundizara sobre ellos. En ese momento se encontraba leyendo “Los gritos del cuerpo” de Juan David Nasio, y así surgió el nombre El Cuerpo Habla como propuesta para el taller complementario.
“Yo me dije que tenía que aprender más sobre el performance”, relata Chaverra, “me presenté para una convocatoria de investigación, al principio no pasé, mejoré el proyecto y logré pasar. Empezó un grupo mucho más interesado y comenzó el semillero y empezamos a hacer varios proyectos en la ciudad”.
Con esta idea comenzó su doctorado en Artes. El proyecto fue uno de los primeros en la modalidad investigación-creación que fueron aprobados por la Universidad. Ella no quería un proceso de investigación que terminara en algo etnográfico o en una recopilación de textos, sino en una intervención artística que se pudiera plasmar en una experiencia.
“Fue un recorrido espectacular, todo el proceso. Hubo algunos inconvenientes, pero en definitiva fue maravilloso. Cuando uno piensa en arte, se remite a una obra pero no piensa en todo el proceso que hay detrás. Hay un mundo detrás de una propuesta artística que la gente desconoce. Se debe seguir abogando para que se tengan en cuenta las propuestas artísticas como nuevo conocimiento y para desarmar la mentalidad de una sociedad que se funda en la razón y no entiende el poder del arte”.
El Cuerpo Habla intenta crear una propuesta pedagógica a través del cuerpo. No busca ser algo cerrado sino abrirse a la ciudad, a la calle y permanecer. Acercarse a una concepción diferente de lo artístico, de lo corpóreo, de lo que significa ser comunidad.
Las acciones que más han tenido impacto en la ciudad son Vadear, De - cápita, Deborar, Cargamontón, Revelar, Rodar por la vida, Espejito espejito, 12 lunas y Estrías. El proyecto pertenece al grupo de Investigación Teoría e Historia del Arte en Colombia, cuenta con un semillero y un colectivo artístico. En 2012 fue reconocido con el Premio Universidad de Antioquia a la Investigación Profesoral.
Esta investigadora también participa en un grupo de teatro, Imagineros, que trabaja con procesos de memoria en Manrique y Aranjuez. Actualmente se encuentra revisando su tesis doctoral para una futura publicación. Ha tenido la oportunidad de conocer países como Costa Rica, Argentina, México, España y Cuba y estar en ciudades como Manizales, Pasto, Cali, Popayán y Pereira de la mano de El Cuerpo Habla, donde han podido realizar performance y dictar talleres y conferencias.
Su día a día lo describe como una locura, pero en el que realiza las cosas que más ama. Bailar, nadar, cocinar, estar con sus amigos, estar con su familia, compartir con su esposo. Y en especial la docencia. Y cuenta que lo que más disfruta es dar clases, “yo disfruto estar con mis estudiantes. Entonces tengo un montón de horas porque yo no quiero perder ese contacto”.
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