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Opinión

Caminar para la transición

02/10/2025
Por: Lía Isabel Alviar Ramírez. Profesora de la Corporación Académica Ambiental de la UdeA.

«La capacidad nutricia es medible; por ejemplo, en un poco más de una década un suelo trabajado con materia orgánica, pasó de tener 11 ppm de fósforo a 28 ppm del mismo elemento. A sabiendas de que el dato es antiguo y que las fórmulas de la agricultura convencional persisten, encontramos un período de tiempo entre 1940 y 1975, donde el contenido de nutrientes en los vegetales cae un 75 %. Por tanto, si el suelo está desatendido y sometido a sustancias de síntesis química, no es de extrañar que el hambre oculta o encubierta lo padezcan, según la FAO, 2000 millones de personas en el mundo».

Viajando en la pluma de Gregorio Gutiérrez González se puede disfrutar un paisaje andino ejemplar: «Y con el largo recatón de punta/ hacen los hoyos con la diestra mano, /donde arrojan mezclada la semilla/ —un grano de frijol, de maíz cuatro—…/ ...Brotaron del maíz en cada hoyo/ tres o cuatro maticas amarillas,/ que con dos hojas anchas y redondas/ la tierna mata de frisol abriga.../ ...Queda el maíz en toda su belleza,/ mostrando su verdor en largas filas,/ en las cuales se ve la frisolera/ con lujo tropical entretejida…» La observación se hizo tradición oral, lo cual evidenciaba el acierto en la forma de cultivar maíz y frijol.

Llega la ciencia a poner en su lenguaje lo antedicho y así puede explicar el acierto: el maíz hace de tutor de la voluble planta de frijol que, por ser leguminosa, tiene la suerte de albergar en su raíz, en simbiosis unas bacterias hábiles para tomar el nitrógeno de la atmósfera; entonces, al terminar su ciclo de vida, deja tal elemento a disposición de la raíz del maíz redundando en una buena cosecha. No había en aquellos tiempos urea en los almacenes agropecuarios; la bacteria silenciosa era una aliada gratuita en la alimentación.

Volvamos a viajar en la pluma del poeta: «En la misma cuyabra aparadora/ pone el maíz a remojar, y deja/ la mitad para hacer la mazamorra,/ la otra mitad para moler la arepa…/ ...¡Salve segunda trinidad bendita/ salve frisoles, mazamorra, arepa!/ con nombrarlos no más se siente hambre./¡No muera yo sin que otra vez los vea!». Huelga decir que hace un elogio a la dupla maíz-frijol, como componentes del plato típico del campesinado andino; puede anotársele otro acierto: la concurrencia de la calidad nutricia de ambos vegetales. Sin embargo, tal calidad hoy en día se ha perdido, con el consumo arbitrario de maíz trillado. El corriente criterio desconoce que ese alimento ha sido despojado en el proceso de partes fundamentales del fruto, por tanto, solo se consume el carbohidrato. La nutrición flaquea, la ausencia de hambre encubre la carencia.

El alimento entonces proviene de la energía lumínica del sol y de los nutrientes del suelo. Antaño, como lo describe el poeta, la vida del suelo, su capacidad nutricia, provenía de su propia dinámica; hogaño proviene, en buena medida, de la industria. Hace aproximadamente un siglo ésta detonó el equilibrio dinámico de la vida del suelo, con miras a aumentar el rendimiento que venía aparejado a la ganancia económica.

Grosso modo, de la urea de síntesis química aplicada a un cultivo, este toma aproximadamente una décima parte; el resto va a la atmósfera aportándole óxidos de nitrógeno o al agua causando enriquecimiento de nutrientes —eutrofización—. Por ende, entrega a la atmósfera gas metano; tanto los óxidos como el metano son gases efecto invernadero.

Es necesario tener en cuenta que lo descrito, es solo una, entre muchas de las acciones llevadas a cabo por la agricultura llamada convencional, que impactan en el ecosistema; como puede deducirse dicha agricultura ocasiona daño al planeta y su persistencia obedece a que el sector económico, apalancado en el mercadeo, conjuga hábilmente atributos humanos como la credulidad, para desalentar el pensamiento crítico.

La capacidad nutricia es medible; por ejemplo, en un poco más de una década un suelo trabajado con materia orgánica, pasó de tener 11 ppm  de fósforo a 28 ppm del mismo elemento. A sabiendas de que el dato es antiguo y que las fórmulas de la agricultura convencional persisten, encontramos un período de tiempo entre 1940 y 1975, donde el contenido de nutrientes en los vegetales cae un 75 %. Por tanto, si el suelo está desatendido y sometido a sustancias de síntesis química, no es de extrañar que el hambre oculta o encubierta lo padezcan, según la FAO, 2000 millones de personas en el mundo.

Ha sido un buen ingreso a esta reflexión el tema de la tradición alimentaria, pues trajo de la mano la cultura, la capacidad de la naturaleza y de la humanidad de hacer sinergias, dadas las infinitas posibilidades de interrelaciones amparadas en la biodiversidad; la eficiencia debe ser común denominador en el disfrute de la naturaleza y de la vida.

Quedó visible también la necesidad de involucrar en la cotidianidad, tanto el concepto como las acciones que enaltecen realmente el reciclaje y una forma de economía llamada hasta el presente circular, pero que sin duda evolucionará hacia el concepto de economía en espiral, más ajustado a las leyes de la física. Lo antedicho daría curso a una buena capacidad de resiliencia del ecosistema planetario, fundamentada en la gobernanza responsable de las bondades que brinda la naturaleza y de la comprensión universal de la dignidad de cada ser humano. El planteamiento de los dos párrafos anteriores es el faro que ilumina la agroecología, una nueva expresión de la cultura del agro, que de la mano de la naturaleza alimenta la humanidad.

La tradición descrita por el poeta se desdibujó en casi un siglo; al tiempo se amasaba una sociedad proclive al rendimiento y la ganancia económica; esta a su vez torpedeaba los límites energéticos y físicos del ecosistema. Hoy, esperando que no sea tarde, buena parte de la comunidad humana sopesa la tradición a la luz de la ciencia y emprende el camino a la transición, es decir, a hermanarse con la naturaleza, habitándola conscientes de que somos fruto de su entraña y, como ella misma nos engalanó con la ciencia, podamos tutelarla y usufructuarla con visión de futuro.

Coletilla: La Universidad de Antioquia camina hacia la transición y tiene una científica, Paola Andrea Arias Gómez y un científico, Juan Camilo Villegas Palacio, en la gran plenaria de la comunidad humana, donde se debate responsablemente un camino para la transición: el Panel Intergubernamental de Cambio Climático.

  • La autora es coordinadora del Grupo de Investigación Aliados con el Planeta de la UdeA.
     
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Notas:

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