Cooperación y exterminio
Cooperación y exterminio
«Ningún otro animal, comparado con nosotros, ha sofisticado de tal forma sus habilidades para matar, para provocar dolor y producir el exterminio de su propia especie como lo hemos llegado a hacer nosotros, los humanos. A un lado, una ilimitada capacidad de articularnos. Al otro, de provocarnos dolor. Cooperación y exterminio. Hay una ambivalente inconsistencia en nuestro carácter y una profunda incoherencia en nuestra naturaleza: conforme nos cohesionamos con mayor fuerza, involucrando más distancias y más personas, refinamos hasta el paroxismo nuestras capacidades para matar más personas, para amenazar a otros pueblos o para exterminar a otras comunidades: palestinos, tutsis o cientos de pueblos indígenas».
Comparados con las destrezas de otros animales, los seres humanos no somos particularmente privilegiados: hay animales mucho más fuertes, con mejor olfato y más veloces. Los hay más sigilosos, más altos y mucho más ágiles. Carecemos de un pelaje que nos proteja, de una audición que a kilómetros nos alerte, de una vista que a la distancia nos prevenga. Ni grandes mandíbulas, ni enormes garras. En cuestión de autosuficiencia, estamos en una evidente desventaja: a diferencia de otros animales, los humanos precisamos de un cuidado extremo y prolongado que debe durar años. Sin este sería imposible llegar desde la infancia hasta la juventud, edad en la que por fin contamos con un mínimo de destrezas gracias a las cuales empezamos a valernos de nosotros mismos y no depender, en los asuntos más básicos, de nuestros allegados y familiares.
Aun así, nuestra especie no solo ha sobrevivido al paso de los años y ha emprendido esta disputa natural por la conservación de la vida, sino que, entre las millones de especies, se ha hecho con un poderío envidiable, logrando romper los ciclos naturales que nos hacían parte de una cadena alimenticia en la que, por nuestras escasas habilidades físicas, estábamos muy mal ubicados. Pobremente constituidos en capacidades corporales, los seres humanos cultivamos una habilidad de la que provienen todos nuestros privilegios: la
cooperación. Otros animales también cooperan: los lobos con sus manadas, algunos peces en cardumen y las abejas con sus enjambres. Sin embargo, la capacidad humana de cooperación alcanza niveles insospechados en otros animales: sobrepasa a familiares y allegados, involucrando humanos que nunca llegaremos a conocer y latitudes que nunca llegaremos a pisar. Esta particular forma de coordinación, ese trabajo articulado de unos desconocidos con otros no solo ha salvado a la especie de su extinción, sino que nos ha ubicado en un lugar privilegiado frente a otros animales.
Pero, el mismo ingenio que ha articulado un enjambre de dimensiones interoceánicas, ha demostrado simultáneamente grados de hostilidad, entre nosotros mismos, del que tampoco hay paralelo entre las otras especies. Ningún otro animal coopera como nosotros lo hacemos. Pero ningún otro animal, comparado con nosotros, ha sofisticado de tal forma sus habilidades para matar, para provocar dolor y producir el exterminio de su propia especie como lo hemos llegado a hacer nosotros, los humanos. A un lado, una ilimitada capacidad de articularnos. Al otro, de provocarnos dolor. Cooperación y exterminio. Hay una ambivalente inconsistencia en nuestro carácter y una profunda incoherencia en nuestra naturaleza: conforme nos cohesionamos con mayor fuerza, involucrando más distancias y más personas, refinamos hasta el paroxismo nuestras capacidades para matar más personas, para amenazar a otros pueblos o para exterminar a otras comunidades: palestinos, tutsis o cientos de pueblos indígenas. Incongruente e inconsistente, nuestro ingenio ha cultivado un cooperativismo envidiable y una capacidad de aniquilación ilimitada, digna de todo desprecio. Si bien hemos esquivado los peligros de la extinción con ciertas capacidades,librándonos de muy variados peligros, nos hemos alzado, los unos contra los otros, como la más inminente de las amenazas.
• Esta columna fue publicada en el sitio web El País.
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