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Opinión

¿Hay derecho a la ciudad en Medellín?

04/12/2025
Por: Mauricio García Echeverri. Estudiante del Doctorado en Filosofía de la UdeA.

«La urbanización como un proceso global —el valor moviéndose a través de inmensas cadenas globales— ha entrado a Medellín bajo la forma de la especulación inmobiliaria. Podrá sonar exagerado, pero lo que Harvey menciona como acumulación por desposesión, es decir, el hecho de que el capital y su inherente acumulación requiere de formas violentas para poder existir ha encontrado terreno en Medellín. Mientras barrios llamados marginados sufren las condiciones de una naturaleza afectada por el movimiento del capital, otros como Provenza permiten que el capital recorra las calles bajo la forma de la prostitución. ¿Quiénes son los ciudadanos de Medellín que lo han permitido? No basta con el «gingo go home» si acá los mismos extranjeros son bienvenidos y reverenciados por los mismos medellinenses».

¿Existe alguna relación entre el deslizamiento de tierra de este año entre Bello y Santo Domingo, y el proceso de desplazamiento urbano conocido como gentrificación? A simple vista parecieran no tener ninguna. Por un lado el mero efecto de un fenómeno natural; por el otro, los efectos propios del libre mercado inmobiliario. Si acaso llega a haber alguna relación -pensarán algunos desprevenidos- es en cuanto a las consecuencias: formas distintas de desplazamiento urbano. Pero lo que parece ser dos hechos aislados quizás guardan una relación en torno al tipo de configuración social capitalista bajo la cual se ha organizado Medellín, y sea de paso decirlo, en general el Valle de Aburrá. En este sentido, el desarrollo urbano obedece a unas lógicas o estructuras sociales ajenas a la voluntad individual; de hecho, cabría la pregunta de si el capitalismo —sea en la fase que sea de la que se hable— es realmente capaz de ser un sistema en donde la autonomía pueda desarrollarse por fuera de la lógica del mercado. En este sentido, si la ciudad ha llegado a ser un espacio exclusivo para la lógica del mercado, es básicamente comprenderla como una mercancía, no como un lugar necesariamente orientado a ser vivido bajo las necesidades sociales construidas históricamente. Porque, además, ¿cuáles son los mecanismos del capital para decidir cómo vivir? Esta pregunta se resume en una idea ya clásica podría decirse: «La producción de mercancías requiere no solamente de la producción de valores de uso sino de valores de uso para otros».

La anterior idea, propia de la explicación marxista sobre el capital no es sino lo que el vilipendiado Marx explica al inicio de su libro El capital: la mercancía como la célula germinal del capitalismo. Esta idea la podemos traer tranquilamente al caso concreto de la ciudad. Basándome en los diversos estudios hechos por David Harvey sobre la urbanización moderna como una forma en que la plusvalía es capaz de ser absorbida y el valor económico pueda continuar su rumbo, considero que los debates actuales sobre la gentrificación, el que en efecto sea una ciudad cada vez más cara para quienes la vivimos o, incluso por qué no, la discusión sobre el famoso proyecto de la alcaldía sobre el «mar» en Medellín podrían ser aspectos a ser analizados bajo la idea de una ciudad como mercancía; y es que una ciudad no es meramente el espacio en el cual desarrollamos una serie de actividades cotidianas a partir de las cuales es posible la reproducción de la vida social. La urbanización como un proceso global —el valor moviéndose a través de inmensas cadenas globales— ha entrado a Medellín bajo la forma de la especulación inmobiliaria. Podrá sonar exagerado, pero lo que Harvey menciona como acumulación por desposesión, es decir, el hecho de que el capital y su inherente acumulación requiere de formas violentas para poder existir ha encontrado terreno en Medellín. Mientras barrios llamados marginados sufren las condiciones de una naturaleza afectada por el movimiento del capital, otros como Provenza permiten que el capital recorra las calles bajo la forma de la prostitución. ¿Quiénes son los ciudadanos de Medellín que lo han permitido? No basta con el «gingo go home» si acá los mismos extranjeros son bienvenidos y reverenciados por los mismos medellinenses.

El proceso de urbanización es también según Harvey —y este tal vez podría ser su argumento más fuerte para una actividad política— es el espacio y el tiempo en que los seres humanos nos formamos a nosotros mismos. La ciudad no es un campo monolítico, un lugar meramente para vivir. En ella no sólo las personas reproducen sus necesidades; también es el campo en el que formamos lo que podría considerarse nuestra subjetividad, en el que a su vez se convierte en un campo de tensiones políticas y económicas frente a lo que queremos ser nosotros mismos y lo que podemos esperar de los demás. Es por ello por lo que el autor inglés, retomando a Lefebvre, habla del derecho a la ciudad, a poder decidir democráticamente cómo debe ser el espacio en el que vivimos. Ante el derecho a la ciudad podría preguntarse: ¿quiénes están tomando las decisiones sobre cómo se acumula el capital en Medellín? Además, ¿qué formas de organización políticas y económicas existen para contrarrestar tal movimiento?

A contracorriente del discurso político e intelectual de la ciudad, muchos en silencio frente a la acumulación, pareciera que fuera mejor volver a ¡Más Marx, menos Hayek!
 


Notas:

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