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Opinión

Venezuela y América Latina frente al imperialismo global

24/09/2025
Por: Francisco Cortés Rodas. Profesor del Instituto de Filosofía de la UdeA.

«¿Qué le espera a la Venezuela de Maduro frente a la decisión tomada por el presidente Donald Trump de imponer su voluntad imperial mediante una intervención, que con seguridad será brutal y violenta, por medio de la cual mostrará ante el mundo entero, en el marco de una nueva versión de la doctrina Monroe, que América del Sur pertenece a su «gran espacio» de influencia política? Los Estados Unidos, la sabemos desde hace mucho, dejaron de ser la nación liberal y democrática que imaginaron sus fundadores. Para defender su papel imperial y su rol como «un poder internacional de policía» han actuado con toda la violencia, la brutalidad y la barbarie propias de cualquier potencia imperial».

El orden internacional que se creó tras la Segunda Guerra Mundial, orden cosmopolita de impronta kantiana, en el cual se afirmó que es posible regular las relaciones entre los Estados, no a partir de la soberanía y la guerra, sino de la garantía de los derechos humanos individuales y la paz, ha llegado a su fin. Nunca como hoy, con el trasfondo de los procesos de globalización, parece tan lejana la construcción de un orden jurídico mundial fundado en la igualdad de los Estados y, sobre todo entre los hombres.

La fuerza de un nuevo imperialismo unilateralista, representado especialmente por los Estados Unidos, China y Rusia, ha tomado carta de naturaleza en un nuevo orden mundial. La soberanía de cada uno de los Estados más poderosos se declara ilimitada y viene identificada con la posibilidad abierta del recurso a la guerra, torturas, ejecuciones extrajudiciales, intervenciones en otros Estados para derrocar o imponer un gobernante o para arrasar una comunidad política mediante una guerra genocida, como lo está haciendo Israel.

La política internacional no parece admitir los límites del derecho. Las instituciones internacionales, basadas en la protección y aseguramiento de los derechos humanos, como la Corte Penal Internacional, la Corte Europea de los Derechos Humanos, La Corte Interamericana de los Derechos Humanos, la Organización de las Naciones Unidas, son desconocidas por los nuevos y poderosos actores internacionales: Trump, Putin, Narendra Modi, Xi Jinping, Netanyahu. 

Herfried Münkler afirma que en las constelaciones emergentes del orden internacional de la primera mitad del siglo XXI es improbable la aparición de órdenes unipolares y bipolares,  debido a las constelaciones de poder existentes y en desarrollo. Para comprender este proceso de transición del orden cosmopolita al orden internacional de los «grandes espacios», Danilo Zolo, propone usar la noción de «imperio» y de «imperio global» para denotar la estructura de poder de la que depende los Estados Unidos y los otros grandes poderes. 

Zolo utiliza la teoría de los «grandes espacios», formulada por Carl Schmitt, para mostrar como los Estados Unidos fueron extendiendo su campo de influencia más allá de las áreas del Caribe y Latino América, en una dirección universalista y global. La noción de un «gran espacio», que es, una macro-organización del dominio político formado en los Estados Unidos de acuerdo con la doctrina Monroe, propone un orden internacional que se basa no en la igualdad jurídica formal de los Estados, sino en el equilibrio entre zonas continentales o subcontinentales agregadas por una o más potencias capaces de ejercer una función hegemónica.

De acuerdo con esta doctrina, anunciada a finales de 1823 por el presidente estadounidense James Monroe, según la cual América, como espacio geográfico global, estaba vedada a las intervenciones políticas y militares de las potencias europeas, y cualquier intento contrario, dondequiera que se produjera en el norte o en el sur del continente, se encontraría con la firme resistencia de los Estados Unidos. Los continentes americanos libres e independientes «ya no deben ser considerados como súbditos de ninguna futura colonización por parte de una potencia europea» (Negri, Hardt). Esta doctrina fue complementada posteriormente con el corolario propuesto por Theodor Roosevelt a la doctrina Monroe al reclamar para los Estados Unidos «un poder internacional de policía», doctrina imperialista que se extendió mucho más durante la guerra fría. 

La América Latina «poscolonial» ha sido invadida por Estados Unidos más de cien veces desde el siglo XIX. Cada vez, Estados Unidos ha actuado para instaurar una dictadura, apuntalar un régimen títere o destruir una democracia. El imperialismo sin colonias de Estados Unidos ha adoptado varias formas distintas —militar, política, económica y cultural— algunas abiertas, otras ocultas. En Chile, el gobierno socialista elegido de Allende fue derrocado por un golpe militar patrocinado por Estados Unidos. En Nicaragua, en febrero de 1990, la guerra encubierta de las milicias de derecha de los Contras, apoyadas por los Estados Unidos, derrocaron a los sandinistas. Y los actos de violencia en Panamá, realizados en 1989 para derrocar al gobernante de facto, general Manuel Noriega, tuvieron las características del imperialismo militar y de una renovada determinación hegemónica por parte de los Estados Unidos.

El poder de los Estados Unidos —afirma Zolo— es imperial y global en un sentido geopolítico, porque es un poder que, a través de su absoluta hegemonía militar, tiende a operar económica y militarmente en una dimensión no espacial. Es imperial y global en un sentido sistémico porque la política exterior de los Estados Unidos está inmersa en una contienda permanente para determinar quién tiene el poder político para determinar la asignación de recursos de riqueza y poder. Es imperial y global en un sentido normativo ya que tiende a ignorar las normas del derecho internacional, y es imperial y global en un sentido ideológico porque en su lucha ideológica contra el terrorismo global, los Estados Unidos reclaman que están librando una guerra humanitaria para salvar la humanidad. Contra Venezuela se plantea, que será una guerra de intervención contra los cárteles del narcotráfico, cuyo líder, Maduro, ha sido etiquetado como terrorista y narcotraficante.

¿Qué le espera a la Venezuela de Maduro frente a la decisión tomada por el presidente Donald Trump de imponer su voluntad imperial mediante una intervención, que con seguridad será brutal y violenta, por medio de la cual mostrará ante el mundo entero, en el marco de una nueva versión de la doctrina Monroe, que América del Sur pertenece a su «gran espacio» de influencia política?

Los Estados Unidos, la sabemos desde hace mucho, dejaron de ser la nación liberal y democrática que imaginaron sus fundadores. Para defender su papel imperial y su rol como «un poder internacional de policía» han actuado con toda la violencia, la brutalidad y la barbarie propias de cualquier potencia imperial. 

Sin embargo, es importante recordar que los Estados Unidos fueron derrotados en Vietnam por medio de una extraordinaria hazaña de fuerza y valentía, y por el apoyo de una sociedad civil interna y global, horrorizada ante la guerra. ¿Tendría la Venezuela de Maduro —un régimen dictatorial, denunciado por graves violaciones de los derechos humanos, por generar una migración forzada de más de 9 millones de personas en un lapso de 10 años, que no reconoció los resultados de las últimas elecciones— alguna resonancia internacional para enfrentar esta nueva aventura imperialista de los Estados Unidos? ¿Qué papel podrían tener Brasil, Chile, México y Colombia para desarrollar una estrategia para resistir el ataque de Estados Unidos contra la autonomía económica y política de toda América Latina?

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• Esta columna fue publicada en el sitio web de La Silla Vacía


 

Notas:

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