Los desafíos de Colombia para enfrentar el déficit de profesionales en enfermería
Los desafíos de Colombia para enfrentar el déficit de profesionales en enfermería
En la actualidad, en el país se gradúan anualmente unas cuatro mil personas como profesionales de enfermería, una cifra que ha ido disminuyendo en los últimos años. Según expertos, la inequidad en la oferta educativa, la precariedad laboral y mejores opciones de trabajo en el exterior son algunos de los factores que hacen que el déficit sea cada vez mayor. Directivos de gremios del sector y el decano de la Facultad de Enfermería de la UdeA coinciden: es fundamental garantizar condiciones dignas y reconocer el valor y la necesidad de este recurso humano, vital para los sistemas de salud.
Los profesionales de enfermería están en capacidad de brindar un cuidado integral y contribuir al bienestar de las personas. Foto: Dirección de Comunicaciones UdeA/Alejandra Uribe F.
La salud pública global enfrenta un déficit de personal calificado. Un informe de la Organización Mundial de la Salud —OMS—, publicado en 2022, estableció que en el mundo hacen falta más de 43,1 millones de profesionales, incluidas enfermeras. La OMS recomienda que haya mínimo 23 profesionales de la salud por cada 10 000 personas.
Este fenómeno se analiza en Colombia principalmente con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos —Ocde—. En su más reciente informe, en 2023, la entidad destacó que mientras en el mundo hay 9,2 profesionales de enfermería por cada 1000 habitantes, en Colombia apenas son 1,6. Incluso sumando auxiliares de enfermería —6,9 por cada 1000 personas en nuestro país—, Colombia aún estaría por debajo de la media global.
La situación se explica por factores estructurales, laborales, formativos y sociales que, según los expertos, requieren una respuesta inmediata y articulada del Estado, las universidades y las organizaciones gremiales.
Respecto a la formación académica, en el país hay dos grandes ofertas: la de auxiliares de enfermería, con formación técnica realizada en uno o dos años, enfocados en la atención básica y de confort del paciente, y las carreras universitarias, de entre ocho y diez semestres, con títulos profesionales, orientadas al cuidado integral, con base en las respuestas de personas, familias y comunidades, para contribuir al bienestar, fundamentado en el conocimiento disciplinar y con autonomía de práctica.
En cuanto a la composición del personal, según diferentes gremios y el Ministerio de Salud, en Colombia entre el 70 % y el 80 % de las profesionales de enfermería son mujeres.
Las causas identificadas
Para el decano de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Antioquia, Juan Guillermo Rojas, hay tres grandes causas del déficit en el país: la inequidad en la oferta educativa, la falta de reconocimiento social y político de la profesión, y las precarias condiciones laborales.
«En Colombia hay cerca de 78 programas de enfermería activos, pero están distribuidos de forma desigual. Las regiones de la Amazonía, Orinoquía e insular prácticamente no tienen acceso a formación profesional en este campo», señaló Rojas, quien agregó que a esto se suma que el 70 % de la oferta de pregrados está en instituciones privadas, lo que limita el ingreso de jóvenes de estratos bajos o provenientes de zonas rurales.
En el mismo sentido, Wilson Cañon Montañez, presidente de la Asociación Colombiana de Facultades y Escuelas de Enfermería —Acofaen—, explicó, con base en estadísticas del Observatorio de Talento Humano en Salud —OTHS—, que la mayoría de los programas activos y los profesionales de enfermería están concentrados en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga.
«Esto hace que la gente quiera formarse y trabajar en las grandes ciudades, mientras que los territorios periféricos quedan desprotegidos. Esta situación afecta la calidad y cobertura de los servicios de salud, especialmente en comunidades vulnerables», dijo.
En 2015 se graduaban más de 7000 profesionales en enfermería por año, en 2022 esa cifra cayó a menos de 5000, y en la actualidad el promedio ronda los 4000, según el Observatorio Laboral para la Educación del Ministerio de Educación.
Políticas públicas y normas que afectan la profesión
El decano de Enfermería de la UdeA también llamó la atención sobre la necesidad de mejorar el marco legislativo. «La enfermería no ha logrado el reconocimiento social y político que necesita. Hay un talento humano cualificado, con formación posgradual, pero esa capacidad técnica y científica no se traduce en mejores salarios ni en estabilidad laboral», aseguró Rojas.
Aunque la promulgación en el 2022 de la Política Nacional de Talento Humano en Enfermería fue un paso importante, ha sido insuficiente. «No se ha logrado un impacto sustancial porque faltan recursos económicos y voluntad política para su implementación», advirtió Rojas.
Luz Estella Varela Londoño, presidenta de la Asociación Nacional de Enfermeras de Colombia —Anec—, seccional Antioquia, puso como ejemplo la Norma de Habilitación en Salud, la cual diferencia entre profesionales y auxiliares, pero autoriza a las segundas para realizar algunos procedimientos y procesos que corresponden a las primeras, al considerar que en algunas regiones apartadas del país no hay suficiente personal calificado.
«Sin embargo, algunos prestadores de servicios de salud que operan en ciudades y zonas no apartadas, se amparan en la norma, por un asunto de racionalidad financiera, para contratar auxiliares en lugar de enfermeras. Esto representa una intromisión en las funciones de la profesión, además de que es un alto riesgo entregarle una responsabilidad a una persona para la que quizás no está formada», aseguró Luz Estella Varela.
Cecilia Vargas, presidenta de la Organización Colegial de Enfermería —OCE—, considera que el problema pasa por la legislación actual. «La Ley 100 volvió el servicio un negocio», enfatizó Vargas, lo que ha llevado a la pauperización de la contratación. La mayoría de los trabajadores del sector salud hoy están vinculados mediante órdenes de prestación de servicios, que es una contratación comercial, no una vinculación laboral.
Por lo anterior, Wilson Cañon Montañez, de Acofaen, propuso un trabajo conjunto de los diferentes gremios, para ayudar a superar estas dificultades: «Desde las asociaciones queremos tener ese trabajo de incidencia política y liderazgo con los tomadores de decisiones, instituciones gubernamentales y empleadores, que nos ayuden a darle visibilidad a la enfermería y a mirar cómo solucionamos esto, queremos proponerles acciones para estas dificultades».
En Colombia, los profesionales de enfermería adelantan estudios con programas de entre ocho y diez semestres académicos. Foto: Dirección de Comunicaciones UdeA/Alejandra Uribe F.
La relación entre condiciones laborales y migración
Si en Colombia hay un desequilibrio entre la cantidad de profesionales en las grandes ciudades y las zonas apartadas, el fenómeno también es notorio en el mundo. Los países desarrollados, con mayor concentración de población urbana, cuentan con mucho más talento humano que Latinoamérica y África.
Cecilia Vargas, de la OCE, llamó la atención sobre la necesidad de tomar medidas para retener este recurso. «Esto tiene que ver con el criterio de nacionalidad y de defensa de la producción nacional, como son las enfermeras. Si acá no les dan bienestar, si no les ofrecen buenas condiciones de trabajo, se van del país apenas terminan la carrera», dijo Vargas.
Recordó, además, que muchas enfermeras se forman en instituciones de educación superior públicas, con recursos públicos, y no encuentran incentivos para quedarse. «En conversaciones con funcionarios del Ministerio de Educación, les he propuesto mirar con atención políticas de algunos países donde se exige a una persona graduada en sus universidades quedarse en el país un mínimo de años o pagar una compensación al sistema si van a migrar de inmediato», anotó.
Luz Estella Varela Londoño, de Anec, agregó que «las enfermeras colombianas tenemos muy buena formación, por eso somos tan apetecidas en el exterior y por eso hay tanta migración a Europa, Estados Unidos y Australia», donde les ofrecen mejores salarios y jornadas laborales mucho más reducidas.
«A muchas personas jóvenes que me dicen “yo quiero estudiar enfermería”, les pregunto por qué y ellos responden: “porque me quiero ir del país”», puntualizó Varela Londoño. «A los primeros que les dan la visa es a estos profesionales, porque este tipo de profesionales los necesita todo el mundo».
Juan Guillermo Rojas, decano de la Facultad de Enfermería de la UdeA, indicó que por eso es necesario «desarrollar políticas de retención de talento humano, ante la creciente salida de profesionales hacia otros países que no invierten en su formación. Esto pone en evidencia que el recurso económico que se invierte por parte del Estado o por parte de los estudiantes en su formación profesional es aprovechado por terceros y la tasa de retorno social para el país es ninguna».
El decano recalcó que «Colombia necesita una Política Nacional del Cuidado de Enfermería y una posición en el Ministerio de Salud que reconozca que el cuidado es una acción humana compleja que exige preparación, experiencia y sensibilidad social».
«Es urgente mirar la enfermería no solo como una fuerza de trabajo, sino como el corazón del cuidado en salud», aseguró Rojas. «Formar más profesionales en enfermería, garantizarles condiciones dignas y reconocer su liderazgo es una inversión en la vida misma», enfatizó.
Condiciones de contratación, un factor que pesa en la crisis
Cenelly Alejandra Gómez, enfermera con más de una década de experiencia en diferentes áreas, tanto del sector público como privado, destacó que el mercado laboral para las y los profesionales de la enfermería en Colombia está muy afectado por la forma en que se hacen los contratos y por la desigualdad salarial.
«La prestación de servicios y los contratos tercerizados son lo que más abunda, aunque el personal de enfermería cumple tareas fundamentales para la vida de las personas, y muchas veces debe hacer turnos que superan las 12 horas», aseguró.
Lo anterior, anotó la enfermera, incide en la desigualdad salarial entre profesionales del mismo nivel formativo y con las mismas responsabilidades. «Las personas vinculadas directamente con alguna entidad de salud pueden estar en salarios de entre 4,5 y 5 millones de pesos, pero a las contratadas en otras modalidades —que son la mayoría— les pagan menos de la mitad por hacer la misma tarea».
Agregó que los contratos tercerizados también limitan el acceso al bienestar laboral pleno, no permite que estas personas participen en comités de convivencia y, muchas veces, reciben sus sueldos con dos y tres meses de retraso. «Y tienen cargas asistenciales extremas: Hay enfermeras a las que les están asignado hasta 60 pacientes a la vez durante un turno. Eso hace que se pierda la esencia del cuidado», puntualizó.
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