Los sabores de la biodiversidad: una guía alimentaria que reconoce las tradiciones
Los sabores de la biodiversidad: una guía alimentaria que reconoce las tradiciones
En cada rincón de Colombia, los sabores y las recetas cuentan historias. Con esa premisa, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad de Antioquia le entregaron al país la «Guía de alimentación para la población colombiana basada en biodiversidad y alimentación real». Una herramienta, construida con las comunidades, que pone en el centro los saberes tradicionales, la salud y la protección de los ecosistemas. Más que un conjunto de recomendaciones es una invitación a mantener viva la memoria cultural de los territorios.
La nueva guía de alimentación celebra la riqueza de los ecosistemas colombianos, promoviendo una nutrición real que protege la biodiversidad y rescata ingredientes propios de cada territorio.
Eliana María Pérez conocía la mazamorra chiquita. Hace algunos años probó esta sopa típica de la cocina cundiboyacense. Reconocía los ingredientes, pero los sabores no estaban tan presentes en su memoria gustativa. Fue Luz Dary Diaz, lideresa comunitaria de Usme, en Bogotá, quien le recordó que esta preparación reúne distintos productos del campo en un mismo plato: callos, carne de res, maíz, habas, cubios, papas, vegetales y otros condimentos que le aportan sazón a este caldo reconfortante.
«No se parece a la que había probado. La mazamorra chiquita que me dio Luz Dary era especial, deliciosa; además, me explicó que el secreto no solo está en la receta, se requiere una disposición espiritual y energética para prepararla, de lo contrario se puede vinagrar», cuenta Eliana.
A más de quinientos kilómetros de distancia, en Pueblo Bello, Cesar, Gustavo Cediel se reunió con miembros de la comunidad arhuaca. Con ellos aprendió que la alimentación tiene un sentido espiritual: no se siembra ni se come sin antes agradecer. «Para este pueblo la comida no es solo sustento; cada alimento que proviene de la tierra o el agua es sagrado y representa el equilibrio que existe entre el hombre y la naturaleza», explica.
En La Guadalupe, un caserío en el sur del Guainía, Diego Gaitán conoció las técnicas que utilizan los pueblos yeral y curripaco para conservar los alimentos. El pescado moqueado —ahumado— se expone al sol y se muele hasta convertirse en un polvo que se puede usar para acompañar el casabe —una tortilla de yuca brava— o preparar sopas y caldos. «Me sorprendió esta preparación ancestral y natural que surgió de la necesidad de adaptarse a las condiciones del territorio; además, es un alimento nutritivo y saludable».
Eliana, Gustavo y Diego —profesores e integrantes del grupo de investigación Saberes Alimentarios de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad de Antioquia— conocieron estas recetas tradicionales durante un recorrido que emprendieron en el segundo semestre del 2024.
Visitaron 14 municipios —en distintos rincones de Colombia— con el propósito de escuchar las voces y los secretos culinarios de las comunidades, insumos fundamentales para crear la Guía de alimentación para la población colombiana basada en biodiversidad y alimentación real, una herramienta educativa y de gobernanza alimentaria elaborada por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar —ICBF— y la Escuela de Nutrición y Dietética de la UdeA, que ofrece una nueva forma de entender la alimentación: saludable, culturalmente arraigada, sostenible y basada en el aprovechamiento responsable de la biodiversidad del país.
Estas son las 13 territorialidades que se tuvieron en cuenta para la elaboración de la Guía de alimentación para la población colombiana basada en biodiversidad y alimentación real: Amazónica, Andina Sur, Costa y Sabana Caribe, Cundiboyacense, Depresión Momposina y Mojana, Distrito Capital, Eje Cafetero, Insular Caribe, Litoral Pacífico y Chocó, Llanera, Magdalena Medio, Santanderes, Tolima Grande.
Este documento permite que cualquier persona pueda identificar lo que es «bueno para comer». No se trata solo de un listado de alimentos y recetas saludables; nos recuerda que la salud de los pueblos depende también de la salud de los ríos, los suelos, los bosques y de la biodiversidad que nutre nuestras cocinas.
«Esta guía nos invita a dejar de ver la alimentación como el simple acto de llevarnos la comida a la boca; en realidad se trata de un fenómeno ecosistémico que empieza en la tierra, con la semilla; depende del agua, de las formas en que comercializamos los productos —que deben ser justas—, de los universos culinarios que han creado las comunidades; finalmente, esos alimentos nutren nuestros cuerpos; por eso, esta guía es una herramienta para el buen vivir”, explica Gustavo Cediel, integrante del equipo técnico-científico que participó en la creación de la guía.
La voz de las comunidades se escucha en la mesa
Colombia no es ajena a la elaboración de guías alimentarias, el ICBF ya había publicado tres versiones. La primera se publicó en 1969 bajo el nombre El círculo de la alimentación, un documento centrado en los nutrientes necesarios para que una persona sea productiva y contribuya al desarrollo del país. Posteriormente, en 1996, se presentó El tren de la alimentación, un manual que agrupó los alimentos siguiendo las directrices de la Organización Mundial de la Salud, con énfasis en la prevención de enfermedades. Casi dos décadas después, en 2015, se lanzó El plato saludable de la familia colombiana, una herramienta que no solo propuso patrones de alimentación saludable, sino que también promovió el consumo de agua y la práctica regular de actividad física.
La Guía de alimentación para la población colombiana basada en biodiversidad y alimentación real —que se presentó en agosto del 2025— es diferente, pues incluye las voces de las comunidades. Las versiones anteriores se concebían como una especie de receta que todos debían cumplir, sin tener en cuenta la diversidad de territorios, culturas, gentes, alimentos y sabores.
«Recorrimos el país de norte a sur y de oriente a occidente. Hicimos un esfuerzo muy grande por escuchar a los afrodescendientes, los campesinos, los indígenas, las madres comunitarias del ICBF, las víctimas del conflicto armado, los migrantes venezolanos y otros grupos. La guía que estamos entregando no es un documento de escritorio, es un diálogo de saberes, que busca empoderar a las comunidades para defender su alimentación», explica Eliana María Pérez, profesora de la Facultad Nacional de Salud Pública e integrante del grupo de investigación Saberes Alimentarios.
La conversación a la que hace referencia la profesora Eliana fue posible gracias a una metodología participativa que involucró a 1370 personas —sus nombres aparecen en los créditos de la guía—, en 13 territorialidades alimentarias, caracterizadas por compartir prácticas tradicionales y culturales en torno a la alimentación. Durante cinco meses, un equipo de 42 profesionales visitó 14 municipios representativos de estos territorios —con alto potencial de crecimiento poblacional—, lo que facilitó los encuentros y la construcción colectiva del conocimiento.
Saberes ancestrales, voces locales y prácticas cotidianas fueron el corazón del proceso: las comunidades construyeron esta guía con sus historias, conocimientos y sabores.
En una de esas conversaciones, la profesora Eliana se encontró con Luz Dary Diaz, una campesina boyacense que aprendió los secretos para preparar la mazamorra chiquita y que trabaja por el bienestar de su comunidad. «Para nosotros es un privilegio representar a los sabedores y sabedoras que han luchado muchos años por la soberanía, la autonomía y la autoctonía alimentaria. La guía es un libro muy hermoso que lo hablamos, lo escribimos juntos; ahora, tenemos que hacerlo realidad; por eso, le hago un llamado a las instituciones para que se articulen, porque el pueblo está ya organizado. También es un mensaje para las comunidades: las invito a que no mastiquen entero, que amen su tierra, que amen lo que comen, que amen todo lo nuestro», dijo Luz Dary en Ciénaga de Oro, Córdoba, el 2 de agosto de 2025, ante el público que se reunió para recibir la guía.
La voz de esta lideresa es la de muchas que participaron en los diálogos de saberes. Durante el trabajo de campo, el profesor Diego Gaitán escuchó relatos de mujeres que están dispuestas a proteger el territorio: «El rol de las mujeres va mucho más allá del cuidado de sus familias; ellas están comprometidas con el cuidado de la tierra, del agua; por ejemplo, en Bogotá, me encontré con una lideresa que ha creado más de 180 huertos comunitarios en la capital».
Defender la alimentación real
La nueva guía alimentaria no es solo un conjunto de recomendaciones: es una invitación urgente a que los colombianos se apropien de sus hábitos de consumo y defiendan la alimentación real, concebida en la guía como aquella que privilegia alimentos e ingredientes naturales o mínimamente procesados. Hoy, esa soberanía alimentaria —que se entiende como el derecho de los pueblos a decidir su propio sistema alimentario y productivo— se ve amenazada por los ultraprocesados, productos comestibles y bebibles con grasas, azúcares, sodio y aditivos que están asociados al aumento de enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión, obesidad, entre otras.
Para contrarrestar los efectos negativos de los ultraprocesados en la salud humana y en los ecosistemas, la guía ofrece herramientas prácticas para identificar los alimentos naturales que se deben priorizar y los productos que se deben evitar; además, presenta más de 1400 preparaciones tradicionales, con una explicación de las características nutricionales más relevantes.
«La guía abre un abanico de posibilidades: desde sopas y caldos hasta acompañamientos, pasabocas, postres y amasijos propios de cada territorialidad. La idea es que la cocina se convierta en un laboratorio para explorar la riqueza de los alimentos naturales que nos da el país. También dedica un capítulo a la comensalidad, a la importancia de volver a reunirnos en torno a la mesa y reconocer cómo la culinaria ha sido fundamental en la evolución humana», cuenta el profesor Gustavo Cediel.
Una guía para todos los colombianos
Después de un año y medio de trabajo, el ICBF, la UdeA y las comunidades que participaron en los diálogos de saberes le entregaron al país la guía de alimentación: 352 páginas que hablan de la relación respetuosa que debemos tener con los alimentos, los ecosistemas y la cultura. Ahora, el reto de las instituciones que lideraron este proceso es llevar las recomendaciones a los hogares colombianos.
«La guía busca orientar la toma de decisiones en materia de política pública alimentaria y la implementación de programas y planes de acción de alimentación de organizaciones sociales, comunitarias o instituciones estatales; además, sirve como instrumento pedagógico para que individuos y comunidades tomen decisiones libres e informadas. Por eso, el ICBF está trabajando en la socialización de la guía en todo el país», dice Jacqueline Adame Ochoa, integrante del equipo de la dirección de nutrición del ICBF.
Por su parte, Eliana, Gustavo y Diego, los profesores que —en representación de la Alma Máter— recorrieron el país en busca de recetas y sabores ancestrales, descubrieron que cada plato es también un sueño colectivo, una forma de imaginar el futuro desde los territorios; por eso insisten en que «la universidad pública debe volcarse a la población y acompañar a las comunidades en la construcción de su futuro. Esa es la verdadera transformación social».
La guía de alimentación recuerda que Colombia es el hogar de cerca del 10 % de las especies conocidas en el planeta, lo que la convierte en uno de los 14 países más biodiversos del mundo. Además, en sus páginas se advierte que la biodiversidad y soberanía alimentaria están íntimamente ligadas: cuanto más incorporamos la diversidad biológica en nuestra dieta, mayor es el reconocimiento de su valor y las posibilidades de conservarla.
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