La salud mental pasó de tabú a tema común
La salud mental pasó de tabú a tema común
En América Latina y el Caribe la salud mental se deteriora a un ritmo inquietante, según el informe Fuertes por fuera, luchando por dentro del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo —PNUD—, que advierte que una de cada cuatro personas en la región experimentará un trastorno mental en algún momento de su vida. En Colombia y Medellín, los indicadores también evidencian un aumento sostenido de los trastornos mentales y del comportamiento. La pregunta es por qué estamos tan afectados y qué estamos haciendo para responder a esta realidad. Para comprenderlo, conversamos con expertos de la Universidad de Antioquia.
Los principales motivos de consulta entre los miembros de la comunidad universitaria UdeA son, en primer lugar, los síntomas de ansiedad y depresión; en segundo, el comportamiento suicida; y en tercero, los conflictos en el núcleo familiar primario. Foto: Freepik
El informe Fuertes por fuera, luchando por dentro, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo —PNUD—, indica que el bienestar psicológico en América Latina y el Caribe atraviesa una situación crítica. El estudio, que recoge información de 26 países, revela que los efectos de la pandemia, sumados a las crisis económicas y sociales, aceleraron un deterioro que venía gestándose desde hace décadas. Sin embargo, Carlos López Jaramillo —coordinador del Grupo de investigación en Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la UdeA— y Érika María Giraldo Escobar —psicóloga del Departamento de Promoción de la Salud y Prevención de la Enfermedad, adscrito a la Dirección de Bienestar Universitario de la Universidad de Antioquia— coinciden en que no se trata de que hoy exista un mayor deterioro, sino de que ahora se habla más y mejor de salud mental.
«Más que hablar de un deterioro mayor en estas regiones, lo que ocurre es que ahora se cuenta con mejores datos; antes no había suficientes registros para comparar. Una de las grandes excepciones ha sido Colombia, que desde hace varios años recoge información sobre la morbimortalidad de la población en general, y lo que se ha visto es que las patologías mentales han aumentado de forma significativa», explicó el doctor López Jaramillo.
Aunque los diagnósticos sean más precisos y la conversación pública sobre salud mental haya ganado espacio, según López Jaramillo, los factores que inciden en el aumento de los trastornos mentales siguen siendo estructurales. En Colombia, por ejemplo, la desigualdad social, la violencia, la precariedad laboral y las condiciones de vida adversas continúan afectando a amplios sectores de la población. Estas realidades, arraigadas desde hace décadas, siguen marcando el bienestar emocional de las personas y limitan el acceso a una atención oportuna y de calidad.
«Las principales causas, diría, son una combinación de factores. Por un lado, existe un componente de predisposición genética en muchas de estas patologías; pero los determinantes sociales tempranos son bastante importantes y, al final, son los que van a definir si estas enfermedades se manifiestan o no. Aspectos como la pobreza en la infancia, la violencia intrafamiliar, la falta de acceso a educación o una nutrición deficiente dejan huellas profundas que aumentan la vulnerabilidad frente a los trastornos mentales», explicó López Jaramillo.
A estos determinantes se suman las barreras culturales y sociales que aún dificultan la comprensión y el abordaje integral de la salud mental. Persisten prejuicios y estigmas que minimizan el sufrimiento psicológico, lo reducen a una cuestión de carácter o voluntad y deslegitiman la búsqueda de ayuda profesional. Esa desinformación no solo retrasa la atención, sino que perpetúa entornos donde los factores de riesgo —como la violencia, la pobreza o el acoso— siguen reproduciéndose sin control.
«Realmente las barreras provienen de muchos frentes. Mucha gente no le cree al tema de la salud mental y piensa que es una pérdida de tiempo o de dinero. Se tiende a decir que basta con “pensar positivo”, pero eso no resuelve nada. Más que eso, hay que garantizar que a los niños no los violenten, que tengan comida, que no sean maltratados y que se controle el bullying escolar y en redes sociales. Esos son factores profundamente dañinos que favorecen los problemas que estamos viendo», explicó López Jaramillo.
Líneas de atención de emergencia de salud mental.
La magnitud del problema en cifras
Las cifras más recientes del Dane reflejan con claridad la situación del país. Entre 2015 y 2024, las defunciones asociadas a trastornos mentales y del comportamiento pasaron de 1 259 a 6 593, un incremento del 361 %. En ese mismo periodo, la tasa de mortalidad se elevó de 2,7 a 12,5 muertes por cada 100 000 habitantes. Este aumento sostenido coincide con lo señalado por el doctor López Jaramillo: a medida que la salud mental gana visibilidad en la agenda pública, también crecen los registros de casos, tanto graves como leves, lo que pone en evidencia las limitaciones del sistema para ofrecer una atención oportuna y efectiva a quienes la necesitan.
«En Colombia también hay que mejorar la cobertura en atención. Aunque en el papel somos uno de los países con mayor cobertura médica y psicológica, eso resulta insuficiente. Estamos llegando tarde o no existen políticas de prevención sólidas para detectar tempranamente a niños y adolescentes en alto riesgo», afirmó el doctor López Jaramillo.
En Medellín, la situación no es ajena a esa tendencia. De acuerdo con el Informe de calidad de vida 2020–2023, se reportó un aumento significativo en el número de consultas por trastornos de ansiedad y depresión: entre 2019 y 2021, el incremento fue del 71 % y del 60 %, respectivamente. Además, la Encuesta de Percepción Ciudadana 2023 reveló que el 26 % de los habitantes calificó su salud mental como regular o mala. En ese mismo sentido, otros indicadores asociados a este fenómeno muestran que también persiste una tendencia al alza en los casos de intento de suicidio en el Distrito.
«Ante este panorama es que toma importancia la participación de la academia en el desarrollo de proyectos que permitan entender las particularidades de cada población. Aunque compartamos rasgos comunes en América Latina, hay diferencias significativas entre países y regiones. Solo a través de la investigación y la evidencia científica podemos comprender qué sucede en cada contexto para desarrollar estrategias efectivas sobre los determinantes sociales de las patologías mentales», afirmó López Jaramillo.
En la UdeA un reflejo de la sociedad
La Universidad de Antioquia no es ajena a esta problemática. Conforme a los datos recopilados por el Departamento de Promoción de la Salud y Prevención de la Enfermedad, los estudiantes, docentes y empleados de la UdeA han aumentado la frecuencia de consulta y nombran con mayor claridad sus afectaciones en salud mental. Según Érika María Giraldo Escobar, psicóloga del Departamento de Promoción de la Salud y Prevención de la Enfermedad, en la actualidad, los principales motivos de consulta entre los miembros de la comunidad universitaria son, en primer lugar, los síntomas de ansiedad y depresión; en segundo, el comportamiento suicida; y en tercero, los conflictos en el núcleo familiar primario.
Detrás de esos motivos, añadió, suelen estar dinámicas familiares complejas que influyen en la forma en que las personas enfrentan el malestar emocional. «Lo que he podido observar es que, en muchos casos, hay un primer detonante en las dinámicas de crianza. Se trata de entornos familiares poco respetuosos o conflictivos, donde no existen redes de apoyo sólidas y la persona no se siente vinculada ni acogida. La falta de un hogar percibido como un lugar seguro constituye un factor de riesgo importante», explicó Giraldo Escobar.
A ello se suma el impacto del uso excesivo de redes sociales que han modificado las formas de relacionamiento y de cómo se afrontan las dificultades cotidianas. «Hay una intoxicación frente al uso de redes y una dependencia masiva que estimula la dopamina inmediata del “scroll”. Esto nos desconecta de la realidad y promueve el aislamiento que, a su vez, potencia síntomas depresivos y debilita los vínculos sociales y las redes de apoyo», explicó Giraldo Escobar.
Frente a este panorama, la Universidad de Antioquia ha fortalecido sus estrategias de promoción de la salud mental y prevención del riesgo psicosocial. Desde el Departamento de Promoción de la Salud y Prevención de la Enfermedad, se desarrollan talleres, campañas y espacios pedagógicos orientados a fomentar el autocuidado, el manejo emocional y la búsqueda oportuna de apoyo profesional.
Una de las principales apuestas es la Línea Alma, un servicio de atención psicosocial gratuito y confidencial, administrado por el LivingLab Telesalud de la Facultad de Medicina de la UdeA que se encuentra disponible para estudiantes, docentes y empleados de la Alma Máter. A través de esta línea, profesionales en psicología brindan acompañamiento en situaciones de crisis, orientación sobre las rutas de atención y escucha activa para quienes atraviesan momentos difíciles. Además, desde allí se promueven acciones formativas que invitan a reconocer la salud mental como un asunto colectivo y a fortalecer las redes de apoyo dentro y fuera de la Universidad.
Cómo comunicarse a la Línea Alma
El número de atención de la Línea Alma es el 01 8000 423 874, es una línea nacional y gratuita atendida las 24 horas los 7 días de la semana. Marcando la opción 1 se recibe acompañamiento en temas de salud mental en momentos de crisis o si se presentan ideaciones o comportamientos suicidas.
También es posible contactarse a través de la línea de WhatsApp 305 423 6317.
Encuentra más información de la Línea Alma en el micrositio de la Universidad de Antioquia.
«Como institución universitaria no podemos suplir las funciones que corresponden al sistema de salud, pero sí debemos fortalecer la promoción de redes de apoyo y la creatividad colectiva para abordar la salud mental desde lo comunitario. La salud mental es una responsabilidad de todos. Este es un llamado a la corresponsabilidad: no puedo pretender que alguien haga por mí lo que yo no estoy dispuesta a hacer. Cuidar la salud mental implica buscar ayuda, activar rutas y participar en los espacios que ofrece la Universidad», subrayó Giraldo Escobar.
Bajo esa visión de corresponsabilidad —y entendiendo que la salud mental no se reduce a la atención clínica—, la UdeA, a través del Departamento de Promoción de la Salud y Prevención de la Enfermedad, ofrece diversos espacios de acompañamiento, entre ellos los grupos de apoyo para personas neurodivergentes, para el manejo de la ansiedad social, para el fortalecimiento de habilidades socioemocionales y para la elaboración de duelos amorosos. Además, desarrolla talleres y procesos formativos orientados a brindar herramientas para la contención de personas en crisis, como aquellas que atraviesan pensamientos o conductas suicidas.
En esa misma línea, López Jaramillo señaló que el abordaje de la salud mental requiere un compromiso social amplio que trascienda los esfuerzos individuales o institucionales. Explicó que es fundamental reconocer la magnitud del problema y avanzar hacia políticas públicas articuladas entre distintos sectores, que incluyan estrategias educativas orientadas a disminuir el estigma frente a los trastornos mentales.
«Cuando se logre educar a la población sobre la importancia de este tema y se entienda que la enfermedad mental puede afectarnos a todos, se le quita el misterio. Así como alguien puede tener hipertensión, enfermedad coronaria o colesterol alto, también puede desarrollar un trastorno mental», afirmó.
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